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miércoles, 5 de octubre de 2011
México SA
Calderón y su bola de cristal
Empleo: que 30 años no es nada
Manual de discursos para crisis
Carlos Fernández-Vega
Tipo de cambio ayer en la ciudad de MéxicoFoto Yazmín Ortega Cortés
El inquilino de Los Pinos está feliz, porque su destartalada bola de cristal (marca acme) le reveló que estamos en la ruta de recuperación, de crecimiento económico y de empleo”. Eso vio, pero, por decir lo menos, más que borrosa debe estar la pantalla de tal artefacto, lo mismo que sus anteojos, pues Felipe Calderón ve exactamente lo contrario de lo que sucede en la realidad: la economía nacional se desacelera rápidamente, el “crecimiento” promedio no pasa de 1.8 por ciento anual y las plazas laborales generadas en el sector formal durante su estancia en la residencia oficial a duras penas cubren 23 por ciento de la demanda, y equivalen a menos de la mitad del número de desempleados en el país.
A lo largo de su estancia en Los Pinos, sin considerar el rezago histórico en este renglón, 77 de cada cien mexicanos en edad y condición de laborar han quedado fuera del mercado formal, y se han visto en la necesidad de ocuparse como sea y donde sea para sobrevivir, algo que ni de lejos provoca felicidad, ni mucho menos aparece registrado en la ya famosa cuan nefasta y destartalada bola de cristal, la misma que utilizaron Fox, Zedillo, Salinas, De la Madrid y hasta el propio López Portillo para, en su momento, ver en ella sólo lo que querían ver, como en aquel espejo de la reina mala de Blanca Nieves. Entonces, alguien debe pulir esa bola de cristal y cambiar el espejo, meterles jabón y zacate, porque con esa visión borrosa y complaciente no se puede gobernar el país, mucho menos obtener resultados positivos.
Muy a su pesar, el feliz discurso de Felipe Calderón es equiparable al de José López Portillo, no en calidad de oratoria –porque el Quetzalcóatl de Los Pinos tenía lo suyo–, sino en lo frívolo y en la presunción de cifras que deberían darles vergüenza. Por ejemplo, el “nivel histórico” en materia de empleo que cotidianamente presume el michoacano es igual a que apenas uno de cada tres mexicanos en edad y condición de laborar se ocupa en el sector formal de la economía. Pero, ¡Oh, sorpresa!, 30 años atrás, en su quinto Informe de gobierno, JLP presumió lo mismo, al decir que “ahora uno de cada tres mexicanos tiene un empleo productivo y estable”. Tres décadas después, el balance del mercado formal no ha cambiado, no se ha movido un milímetro. La diferencia es que en los 58 meses transcurridos del actual sexenio sólo se han generado 1.3 millones de empleos formales, con un “crecimiento” económico anual promedio de 1.8 por ciento, mientras en el mismo lapso del “último presidente de la Revolución”, como se autodenominó, se cacareaban 3.3 millones de plazas, con un crecimiento anual promedio de 8 por ciento.
Al igual que López Portillo, Felipe Calderón es de hígado ligero y permanentemente se queja de la insensibilidad de los mexicanos que no alcanzan a entender lo bien que ha hecho las cosas y los excelentes resultados por él obtenidos. Por ello, el actual inquilino de Los Pinos ayer impuso las “buenas noticias para la economía mexicana” (las citadas de “recuperación, crecimiento económico y empleo), logro alcanzado “más allá de la turbulencia y el relajo, vamos a decirlo así, que traen algunos mercados internacionales, particularmente europeos”, y a sus críticos dijo que “la verdad es que en México nos hemos dedicado a hacer las cosas con disciplina… a base de tesón, a base de esfuerzo, de disciplina en el manejo de las finanzas públicas, de hacer lo correcto, nuestra economía mexicana empieza a salir adelante”.
Lo mismo dijo López Portillo, con mayor calidad oratoria, desde luego, a unos cuantos meses de que le estallara en la boca la crisis de cierre sexenal: “en este marco profundamente desequilibrado de la economía mundial, tiene que reconocerse, pese a los que desde el campanario convierten sus sobresaltos en drama y sus expectativas, incluso políticas, en tragedia, que el desarrollo de México es una excepción que no todos valoramos en su real significado, lo que no sería grave si no hubiera el riesgo paradójico de convertir nuestras pajas en vigas y por consideraciones absurdamente subjetivas, creáremos realidades inconvenientes. Podríamos convertir enanos amarillos, en tremendos caballeros negros”.
Aunque no los únicos, López Portillo y Calderón, cada cual en su momento, se engolosinaron con la bolsa de cristal y consultaban al espejo cotidianamente. “¿Como vamos?”, preguntaban; “¡maravillosamente bien, como lo has ordenado!”, les respondían. “¿Quién es el mejor inquilino de Los Pinos de la historia?”; “¡Tú, desde luego, nadie puede superarte!” “¿Quiénes son insensibles y nada perceptivos?” “¡Los mexicanos, obvio es, que nada entienden y todo critican!”, y así siguieron a lo largo de sus respectivos sexenios. Lamentablemente, los resultados concretos son por todos conocidos y padecidos.
Pero, bueno, Felipe Calderón es feliz. Acumula un déficit de 4.5 millones de empleos formales durante su estancia en Los Pinos, pero él celebra que, según cifras oficiales, “en septiembre de este año se crearon más de 111 mil empleos netos, la cifra más alta en ese mes desde 1999, con lo que se alcanzaron más de 600 mil empleos netos generados en lo que va del año”. El balance crudo queda fuera del discurso: 77 de cada cien mexicanos han quedado fuera del mercado laboral en el sector formal de la economía, pero el susodicho celebra los números de un mes.
Muy lejos está Felipe Calderón de las cifras presumidas por José López Portillo en su quinto Informe de gobierno, pero no se amilana, toda vez que peor que él, lo que ya es decir, en este reglón resultó su amigo y compañero de partido Vicente Fox (otro de bola de cristal y espejo), quien, cumplidos 58 meses en Los Pinos apenas pudo presumir –porque todo lo presumía, cierto o falso, aunque regularmente esto último– 320 mil empleos formales. El tal Jelipe cacarea 1.3 millones contra 3.3 millones de JLP. El drama para el michoacano es que no puede compararse positivamente más que con el gobierno de su correligionario, no puede ir más atrás, porque incluso con Zedillo (en los mismos 58 meses de su mandato) acumuló 1.8 millones de plazas laborales en el sector formal. De cualquier suerte, en todos los casos el marcador quedó igual: sólo uno de cada tres mexicanos en edad y condición de laborar pudo colarse al sector formal de la economía. Eso sí, todos presumieron, en su momento, el “nivel histórico” por cada uno de ellos alcanzado.
Las rebanadas del pastel
Lo anterior hace suponer la existencia en Los Pinos (aparte de la bola de cristal y del espejo) de una suerte de “manual de discursos para casos de crisis”, el cual, sin lugar a dudas, han utilizado todos los inquilinos de la residencia oficial a lo largo de tres décadas, porque han dicho y presumido lo mismo, con iguales resultados, mientras la crisis se mantiene entre nosotros.
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