Luis Linares Zapata
Al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) lo encabeza una dirigencia colectiva de singular composición. Durante los dos primeros años –cuando fungió como gobierno legítimo”– sus tareas de proselitismo las llevó a cabo de manera cuasivoluntaria. Los recorridos por el país fueron abarcantes y así han seguido hasta la actualidad, aunque ahora han tomado la forma de un movimiento inédito. Se trataba de identificar, e incorporar, a ese segmento olvidado de la población que, aun en medio de francos temores de ser sujetos de variadas formas de represión, se declaraba listo para transformar su atribulada realidad. Se les pedía no perder las esperanzas de que un México más justo para todos es posible. Y, frente a esos entusiastas contingentes, se expusieron las distintas salidas para cambiar la asfixiante situación que impide a las mayorías nacionales llevar una vida digna y productiva. La respuesta, desde un inicio, fue alentadora y se ha robustecido con el ensanchamiento de la conciencia colectiva experimentado a raíz de la cruenta decadencia que aqueja al país.
La base de sustentación de Morena reclutada llega ahora a más de cuatro millones y medio de personas. Todas identificadas con precisión y esparcidas por todos los confines, chicos, grandes o remotos de este inmenso país. Se sabe que alrededor de un millón de ellas se traslapan; es decir, están registradas en ambas entidades: en el “gobierno legítimo” y Morena. Ha sido un trabajo extenuante pero de profunda satisfacción, pues se trasiega por una causa superior. No ha habido, en esta dirección colectiva original, deserción alguna. Por el contrario, y a medida que se extiende, se renuevan los ánimos y se interiorizan variadas certezas. El liderazgo mostrado ante tan abigarrada colectividad se ha ido desenvolviendo a medida que aumentan los postulantes para lograr el cambio verdadero que la vida organizada de México requiere. En la actualidad hay toda una pirámide de dirigentes que conservan su naturaleza cuasivoluntaria. La estructura se despliega, desde las coordinaciones estatales hasta las seccionales (40 mil de ellas al presente), pasando por las distritales y las municipales ya integradas. A este tinglado de ciudadanos incansables se han incorporado las dos formaciones cupulares: el Consejo Consultivo y el Ejecutivo, presentes ambos en su constitución jurídica como asociación civil.
La emergencia, en variadas partes del mundo, de movimientos ciudadanos que se llaman a sí mismos indignados bien puede hermanarse con las mayorías de Morena. Como los españoles, italianos, griegos, franceses, árabes, israelíes y recientemente estadunidenses, los protagonistas del cambio verdadero de Morena también quieren liberarse de las ataduras de un sistema concentrador y profundamente injusto. Ataduras impuestas por un modelo que privilegia, de manera por demás exagerada, a ciertas minorías (el 1 por ciento famoso) y sectores productivos –principalmente especuladores financieros– a costa de todos los demás (el 99 por ciento restante). Los protagonistas de Morena lo saben, por su propia cuan dolorosa experiencia, desde hace ya varios años. Y, como todos esos extenuados y rebeldes ciudadanos del mundo, han hecho paulatinamente consciente el expoliador fenómeno que les impide acceder a mejores oportunidades o guarecerse al amparo de un efectivo Estado de bienestar.
La dirigencia de Morena ha servido de catalizador de las inquietudes y deseos de liberación que portan, desde hace bastante tiempo, los mexicanos más inquietos, informados y solidarios. Los concurrentes al movimiento son, mayoritariamente, integrantes de las clases medias del país. De esas clases medias actualmente en vías de extinción, al ser expuestas por los dictados de una élite abusiva, a creciente pauperización. Morena cuenta además con segmentos de poblaciones que han caído en, o nunca han podido abandonar, la marginación o la pobreza, estigmas de estos tiempos de gandallas. A esos enormes contingentes de convalecientes y expulsados del banquete hay urgencia de atenderlos en sus desventuras e indefensión. Para eso se diseñan, al interior de Morena, programas y políticas públicas como las que pueden derivarse del Proyecto Alternativo de Nación recién publicado.
La continuidad del modelo vigente lleva atada su incapacidad de prolongarse más allá de unos pocos años. A eso obedecen las rebeldías de las masas ciudadanas del mundo. Su configuración actual y el patronazgo de los beneficiarios, ya privilegiados en exceso, lo obligan a contemplar el abismo o cambiar sus pretensiones y rumbo. Las protestas mundiales coinciden, todas ellas, en proponer su transformación. El fenómeno de masas que se llama Ocupa Wall Street apunta al corazón del neoliberalismo en el país central. En México, los aspirantes a candidatos presidenciales del sistema establecido (del PAN o del PRI) no pueden proponer algo distinto que sea creíble. Menos aún formas y mecanismos que contraríen la voluntad, cerrada e irresponsable, de sus patrones: la ya bien cebada y atrincherada plutocracia mexicana. Sólo el crecimiento en conciencia y fortaleza de los indignados, junto con esos segmentos de clase media asfixiados y temerosos del futuro, podrá derrotar a la tendencia continuista. De otra manera no habrá gobernabilidad y menos aún tranquilidad, aunque se ensayen refritos de coaliciones surgidas por aquí y por allá, pero siempre atendiendo a las pulsiones de los de mero arriba.
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