lunes, 18 de septiembre de 2017

Ante el fracaso de mi modesta proposición, hago una más

Iván Restrepo
H
ace ocho días propuse en la red reducir el boato que suele acompañar la ceremonia del Grito de Independencia en el Zócalo de Ciudad de México y dedicar el dinero que se gasta para lucimiento de la familia presidencial, sus amigos más cercanos y los invitados especiales, al auxilio de las víctimas que dejó el temblor en Oaxaca y Chiapas. Igualmente propuse que los secretarios de Estado, los demás altos funcionarios del gobierno federal (incluyendo los de Petróleos Mexicanos, la banca de desarrollo y otras instituciones del Estado) y los integrantes del Congreso de la Unión cedieran un mes de sueldo para tal fin.
Los lectores se encargaron de agrandar la lista de donantes: quienes conforman la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ganan más que el propio Presidente de la República; los gobernadores y legisladores de las 32 entidades federativas; los consejeros del Instituto Nacional Electoral, elefante de componendas. Los dirigentes de los partidos políticos. Esa modesta proposición no tuvo respuesta. Por el contrario, se informó que los legisladores federales pretenden aumentarse el monto de sus aguinaldos. Cuando ya les cubrimos vía nuestros impuestos, sus seguros médicos mayores, pues no confían en la publicidad oficial de que el sector salud ha mejorado tanto que hasta intervenciones quirúrgicas realiza sábados y domingos, y los pacientes ya no esperan días a que haya una cama disponible para atenderlos.
También les pagamos su transporte, chofer y gasolina, sus asesores (algunos son sus amigos y/o familiares), sus comidas en restaurantes de lujo, sus guaruras; sus viajes en avión dentro y fuera del país en primera clase o en vuelos privados. Además los senadores y diputados federales y estatales reciben dinero para las comisiones que están bajo su mando, pero la mayoría no funcionan. Ese dinero engorda sus ingresos. No agrego otras prestaciones para que los lectores completen la lista de prerrogativas económicas de que gozan los integrantes más destacados de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y los partidos políticos.
Por falta de espacio, no expuse mi idea de que la ceremonia del Grito se realizara en Juchitán, la ciudad que muestra crudamente los daños del sismo en la población, los servicios públicos y las actividades económicas. Al fin que el Grito rebelde de don Miguel Hidalgo lo fue para todo México. Qué mejor noticia hubiera sido para el país y el mundo, si el Presidente y su séquito hubieran pasado allí la noche del 15 de septiembre, con las carencias que padecen ahora miles de damnificados. Durmiendo en las en carpas que levanta el Ejército como parte del Plan DN-III. Y sin los guaruras que impide a la gente acercárseles. Al fin que la población de Juchitán y las de los demás pueblos afectados por el sismo son extremadamente generosos con los visitantes.
Hoy hago otra modesta proposición: cuando fue rector de nuestra máxima casa de estudios, el doctor José Narro criticó severamente el distanciamiento social y económico que existe en México. Cómo hay que acabar con la injusticia, la impunidad y la corrupción. Ahora que ocupa la Secretaría de Salud y, en concordancia con esas críticas, le pido que renuncie al sueldo y las prestaciones que recibe durante un mes, para aliviar tantito las necesidades de las víctimas del sismo.
Y si duda de que su donación puede perderse en el camino, que la entregue a un personaje intachable y que sabe hacer las cosas bien y, además, conoce Juchitán: el maestro y mecenas Francisco Toledo. Abandone, doctor Narro, con esa donación a la borregada que tiene en los cargos públicos una forma de hacerse rica en unos cuantos años. Ponga el mal ejemplo. Aunque por ello lo descarten definitivamente como posible candidato del PRI a la Presidencia en 2018.
Y un pedido a todos los lectores: evitemos que al actual titular de Comunicaciones y Transportes le encarguen la reconstrucción de las vialidades afectadas por el temblor en el Istmo. Para que las incompetentes empresas que suele favorecer con contratos de obra pública no abran un socavón de tal profundidad y extensión que por él se junten las aguas del Golfo de México con las del océano Pacífico

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