INE: el menospeorismo // ¿Oportunidad perdida?// Responsabilidad de Delgado // Evaluaciones continuistas
Julio Hernández López
▲ La actividad comercial en la calle Corregidora, junto a la Cámara de Diputados, es intensa. Muchos de los compradores no portan cubrebocas ni respetan la sana distancia a pesar de llevar menores de edad.Foto José Antonio López
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e consumarse hoy, como todo apuntaba hasta ayer en la noche, la elección de cuatro consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) mediante el criterio desfallecido del
menospeorismo, la llamada Cuarta Transformación habrá desaprovechado clamorosamente una oportunidad, tal vez difícilmente repetible, de iniciar un proceso auténtico para desenmarañar y depurar uno de los nudos principales que han frenado el desarrollo democrático de la nación.
Apremiado por los tiempos jurídicos que le incitaron a una rápida resolución, entrampado por un mecanismo de toma de decisiones que no supo encauzar hacia el mandato de cambio político profundo que dictaron sus electores, el ebrardista Mario Delgado, es decir, el partido Morena en su vertiente legislativa en San Lázaro, podría ejecutar hoy alguna suerte de malabarismo político (con sus aliados, el Verde, el PT y el PES, con los que algo se habrá de ceder y negociar) para sacar adelante la votación en cuanto a las citadas consejerías electorales, pero no habrá hecho lo suficiente para impulsar la urgente revulsión en el INE que diera certidumbre a los delicados procesos comiciales en puerta e impulsara en los ciudadanos la confianza plena en la organización y resultados de esas jornadas electorales.
A dos años del arrollador triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y de Morena, y a casi 20 y 23 meses, respectivamente, de ejercer el mando en los poderes Ejecutivo y Legislativo, parecería increíble e imperdonable el caer por propia creatividad en un problema cuya importancia y trascendencia requería planeación y ejecución oportunas y eficaces.
Las decisiones iniciales que tomó Delgado sobre el tema fueron de ingenuidad política o de excesivo deseo de quedar bien con segmentos civiles no morenistas, a los que entregó la representación de esa cámara para fines de evaluar a los aspirantes a ocupar en el INE los cuatro asientos mencionados.
Ese comité evaluador se constituyó con tres designaciones hechas en la Cámara de Diputados, dos por la Comisión Nacional de Derechos Humanos y dos más por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai). El método de evaluación fue decidido por esos siete integrantes y, según el doctor en derecho Juan José Cano Ugalde, los criterios eran más formales que de fondo, más enfocados en aspectos teóricos que en el análisis crítico de la realidad del INE, sin debate real, con tendencia a privilegiar una noción sesgada, conservadora o continuista de tal instituto (https://bit.ly/30DO8ZO y https://bit.ly/2CDbjvj).
Cano Ugalde, quien fue aspirante a consejero y quedó excluido de la propuesta final, aseguró, sin pretensión de tumbar el proceso ni ser incluido en una hipotética nueva elaboración, que tal evaluación parecería elaborada para que no se hicieran” críticas ni señalamientos al actual Instituto Electoral y consejeros que lo conforman, pues el plantear con claridad situaciones que actualmente demeritan a la institución, convirtieron al que lo hizo (de acuerdo a lo que percibí de la mayoría de los integrantes del Comité) en un enemigo acérrimo de dicho Instituto o en un anarquista; al menos eso me hizo sentir la mayoría del Comité Técnico en su entrevista”.
Si todo queda como se perfilaba anoche en este tema, se habrá regalado un impensado tanque de oxígeno político al consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello y a los partidos y grupos opositores a la llamada 4T pero, sobre todo, al modelo de organización electoral que con dos nombres (Instituto Federal Electoral y el actual INE) ha sostenido una apariencia de democracia contra la cual se manifestaron cuantiosamente los mexicanos en los comicios de 2018.
Y, mientras viene ya de regreso el famoso avión presidencial (sin haberse vendido, como se esperaba al enviarlo a Estados Unidos), que fue comprado en un acto de despilfarro por Felipe Calderón Hinojosa, para frívolo disfrute de Enrique Peña Nieto, ¡hasta mañana!
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