Ingenuidades
Diccionario Góber-Mont
Llegó borracho el borracho
Julio Hernández López
GALARDONADOS. El presidente Felipe Calderón entregó el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo al escritor mexicano de origen catalán Ramón Xirau y a la literata uruguaya Ida Vitale, en el aula mayor de El Colegio Nacional
Foto Cristina Rodríguez
Orondo, el nada poético licenciado Gómez-Mont informó a la concurrencia periodística que durante una comida de amigos” ofrecida en Los Pinos al cantante y compositor Joaquín Sabina se había producido uno más de los milagros de conversión conceptual a que los mexicanos se van marcialmente acostumbrando: entre tragos, comida y canciones, el crítico y poco convencional artista español habría cambiado su consideración inicial de que Felipe Calderón había sido “muy ingenuo, por decirlo de buena manera”, al plantear una “guerra” al narcotráfico, para dejarla en un extraño fraseo acomodaticio que, de ser cierto, podría cambiar los términos en que los diccionarios del mundo suelen explicar el significado de la ingenuidad.
Sabina, según la personalísima interpretación del litigante Gómez-Mont, habría explicado ante el ocupante de Los Pinos que ser ingenuo es “tener capacidad de la esperanza y de seguir peleando aún en aquellos casos donde los espacios para esperar, reaccionar y defenderse se reducen”. No es que se hubiera retractado, explicó el firmante de acuerdos inmorales de canje de votos legislativos por freno a alianzas partidistas, simplemente sucedió que lo que quería decir no era exactamente lo que el nuevo Rubencito Aguilar amablemente tradujo ayer. Para cerrar el espectáculo, el propio Sabines (cambio de nombre por cortesía del Centro Fox: Joaquín Sabines, el poeta; Juan Sabina, el de los hongos oaxaqueños) dejó caer una frase propicia para hacerlo sentir declinante: “el ingenuo era yo”, que aun cuando hizo acompañar del señalamiento de que seguía opinando lo que había opinado, sirvió para salvar la cara del originalmente acusado de la ausencia de malicia que en política suele decirse de otra manera más cruda.
Tan bonitos arreglos florales fueron coronados por el secretario de Gobernación Lírica al aportar, de su propia cosecha: “La ingenuidad, por lo que a mí toca, es un acto de buena fe que puede ser superado sólo con verdad y con compromiso”. ¡Oh, cuán bonito es ser ingenuo; la ingenuidad acaba siendo una especie de daño conceptual colateral, de falso positivo, de sicario digno de acribillamiento que por arte de declaración oficial es transmutado en comensal de lujo! Tan linda alquimia pinolera tiene el agregado de fomentar entre las masas el uso de palabras similares que, pareciendo altisonantes o descalificatorias, serán generosamente trocadas en pasajes declamatorios que bien podrían ser premiadas con comidas bien rociadas y trovadas en casa pagada con dineros públicos que, sin embargo, grave merma recibirían ante tal demanda de alimentos por parte de la creciente y cada vez más enfática lista de ciudadanos que atribuyen a Calderón ingenuidades y algo más.
El episodio de farándula politizada puso de relieve el especialísimo interés del jefe de las operaciones contra el narcotráfico en México, lic. Calderón, por sentarse a la mesa con sus artistas favoritos (ya antes el propio Sabina, acompañado de Joan Manuel Serrat, había estado con FCH; esta vez, Joaquín había dicho que al venir solo no tendría que ir a la sesión de protocolos supuestamente amistosos a la que finalmente hubo de concurrir). En un país dolido, masacrado, tomado por los delincuentes no oficiales, con decenas de casos relevantes sin resolver, cuyos deudos solicitan hablar cuando menos unos minutos con el jefe formal de los mecanismos institucionales para pedirle ayuda y exigir justicia, el buen Felipe prefiere dedicar tiempo y recursos para regalarse momentos de solaz, con el acompañamiento táctico del mariachi de la Marina y entonando canciones varias, una de ellas especialmente desafortunada si de combatir húmedas percepciones de cúpula se tratara: Llegó borracho el borracho, de José Alfredo Jiménez, pieza de alcohol, bravuconería y violencia fatal que entre sus líneas tiene algunas que parecieran retratar parte del México de Calderón: “... se cruzaron los balazos/ la gente corrió hecha bola/ seguían sonando plomazos...”
La sesión de esparcimiento imperial tuvo como antecedentes oficiales la respuesta inicial de Fernando Góber-Mont, quien al final de una conferencia de prensa respondió altivo y filosófico cuando le solicitaron una reacción oficial a las opiniones sobre política interior vertidas por un extranjero: que no le pidieran a él dar una respuesta acomplejada al libre ejercicio de opinión sobre temas universales que había hecho Sabina cuyas canciones, por lo demás y de manera anunciatoria, tanto le gustaban al jefe del Gran Caldero. Horas después, seguramente ya acomplejado, el secretario de (des)gobernación envió al español una carta llena de palabrería burocrática que buscaba contradecir a quien al fan Felipe había llamado “muy ingenuo, por decirlo de buena manera” (un buen ejercicio de interpretación colectiva sería el de saber con qué vocablo específico, de rutinario uso sonoro, suplieron mentalmente los mexicanos las siete palabras joaquinistas. Pendiente está ese ejercicio).
Sabina, según la personalísima interpretación del litigante Gómez-Mont, habría explicado ante el ocupante de Los Pinos que ser ingenuo es “tener capacidad de la esperanza y de seguir peleando aún en aquellos casos donde los espacios para esperar, reaccionar y defenderse se reducen”. No es que se hubiera retractado, explicó el firmante de acuerdos inmorales de canje de votos legislativos por freno a alianzas partidistas, simplemente sucedió que lo que quería decir no era exactamente lo que el nuevo Rubencito Aguilar amablemente tradujo ayer. Para cerrar el espectáculo, el propio Sabines (cambio de nombre por cortesía del Centro Fox: Joaquín Sabines, el poeta; Juan Sabina, el de los hongos oaxaqueños) dejó caer una frase propicia para hacerlo sentir declinante: “el ingenuo era yo”, que aun cuando hizo acompañar del señalamiento de que seguía opinando lo que había opinado, sirvió para salvar la cara del originalmente acusado de la ausencia de malicia que en política suele decirse de otra manera más cruda.
Tan bonitos arreglos florales fueron coronados por el secretario de Gobernación Lírica al aportar, de su propia cosecha: “La ingenuidad, por lo que a mí toca, es un acto de buena fe que puede ser superado sólo con verdad y con compromiso”. ¡Oh, cuán bonito es ser ingenuo; la ingenuidad acaba siendo una especie de daño conceptual colateral, de falso positivo, de sicario digno de acribillamiento que por arte de declaración oficial es transmutado en comensal de lujo! Tan linda alquimia pinolera tiene el agregado de fomentar entre las masas el uso de palabras similares que, pareciendo altisonantes o descalificatorias, serán generosamente trocadas en pasajes declamatorios que bien podrían ser premiadas con comidas bien rociadas y trovadas en casa pagada con dineros públicos que, sin embargo, grave merma recibirían ante tal demanda de alimentos por parte de la creciente y cada vez más enfática lista de ciudadanos que atribuyen a Calderón ingenuidades y algo más.
El episodio de farándula politizada puso de relieve el especialísimo interés del jefe de las operaciones contra el narcotráfico en México, lic. Calderón, por sentarse a la mesa con sus artistas favoritos (ya antes el propio Sabina, acompañado de Joan Manuel Serrat, había estado con FCH; esta vez, Joaquín había dicho que al venir solo no tendría que ir a la sesión de protocolos supuestamente amistosos a la que finalmente hubo de concurrir). En un país dolido, masacrado, tomado por los delincuentes no oficiales, con decenas de casos relevantes sin resolver, cuyos deudos solicitan hablar cuando menos unos minutos con el jefe formal de los mecanismos institucionales para pedirle ayuda y exigir justicia, el buen Felipe prefiere dedicar tiempo y recursos para regalarse momentos de solaz, con el acompañamiento táctico del mariachi de la Marina y entonando canciones varias, una de ellas especialmente desafortunada si de combatir húmedas percepciones de cúpula se tratara: Llegó borracho el borracho, de José Alfredo Jiménez, pieza de alcohol, bravuconería y violencia fatal que entre sus líneas tiene algunas que parecieran retratar parte del México de Calderón: “... se cruzaron los balazos/ la gente corrió hecha bola/ seguían sonando plomazos...”
La sesión de esparcimiento imperial tuvo como antecedentes oficiales la respuesta inicial de Fernando Góber-Mont, quien al final de una conferencia de prensa respondió altivo y filosófico cuando le solicitaron una reacción oficial a las opiniones sobre política interior vertidas por un extranjero: que no le pidieran a él dar una respuesta acomplejada al libre ejercicio de opinión sobre temas universales que había hecho Sabina cuyas canciones, por lo demás y de manera anunciatoria, tanto le gustaban al jefe del Gran Caldero. Horas después, seguramente ya acomplejado, el secretario de (des)gobernación envió al español una carta llena de palabrería burocrática que buscaba contradecir a quien al fan Felipe había llamado “muy ingenuo, por decirlo de buena manera” (un buen ejercicio de interpretación colectiva sería el de saber con qué vocablo específico, de rutinario uso sonoro, suplieron mentalmente los mexicanos las siete palabras joaquinistas. Pendiente está ese ejercicio).
Astillas
Estados Unidos aprieta desde Arizona: a más tardar en cinco días la gobernadora de esa entidad deberá decidir la suerte de la reforma legal que permitirá pedir documentos de identificación y condición migratoria a quienes por su aspecto así sean considerados para revisión por cualquier policía; no portar esas acreditaciones sería considerado un acto delictivo. Dos senadores por ese mismo estado, el ex candidato presidencial republicano John McCain y Jon Kyl, pidieron ayer que sean enviados tres mil miembros de la Guardia Nacional a la frontera con México, ante el “espectacular” incremento de la violencia de este lado... Se va calentando electoralmente Sinaloa, donde la violencia, las amenazas y el gran dinero decidirán todo... Y, mientras FC ha dado continuidad a su “haiga sido como haiga sido” electoral con el “pues ya ni modo” que dijo ayer a alumnos de primaria que a coro le contestaron “¡No!” cuando les preguntó si estaban listos para su prueba Enlace, ¡hasta mañana, en esta columna que se pregunta si la hebra del caso Paulette será reventada por lo socialmente más delgado, las nanas!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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