Intercambio de piropos en el México virtual
Lavandería financiera, fuera de agenda
Petición a Banamex y sus tinterillos
Carlos Fernández-Vega
El grupo de Acción Financiera Internacional advierte que el sistema financiero que opera en México “es vulnerable al lavado de dinero asociado al narcotráfico; la complejidad de esa práctica ha aumentado, así como la influencia de las organizaciones delictivas para ampliar y desarrollar nuevos métodos para lavar sus ganancias ilícitas, incluso a través de vínculos con grupos criminales basados en otros países” Foto Reuters
En la Feria de las Vanidades Acapulco 2010 (léase la reciente convención bancaria, en la que calderonistas y barones del dinero intercambiaron piropos y ensalzaron sus logros” en un México inexistente), nada se escuchó sobre cómo evitarán que el sistema financiero que opera en el país se mantenga como número uno en el hemisferio occidental, pero no precisamente por su contribución al desarrollo nacional, sino “por haber sido elegido por los cárteles internacionales de la droga como el principal centro de lavado y repatriación de dinero proveniente del narcotráfico en el hemisferio occidental”, de acuerdo con el insistente señalamiento del Departamento de Estado de los vecinos del norte (ver México SA del pasado 25 de marzo).
Desde hace cuando menos tres lustros el sistema financiero que opera en el país ha ocupado el primer lugar en lavado de dinero proveniente del crimen organizado –especialmente el narcotráfico–, algo que parece no preocupar a las siempre atinadas autoridades, pues, de acuerdo con la evaluación del citado Departamento de Estado, “de la cifra estimada de 25 mil millones de dólares que circulan ilegalmente en el sistema bancario, la Procuraduría General de la República sólo es capaz de detectar uno por ciento” (250 millones). Y ello no sólo es producto de la enorme corrupción que campea, sino de la carencia de personal calificado en sus unidades especializadas: “faltan investigadores, fiscales, auditores de recursos monetarios, base de datos completa y moderna, y equipamiento tecnológico…”
De eso ni una palabra en el monotemático cuan machacón discurso calderonista sobre las “golizas” al narcotráfico, igual de inexistentes que los “logros” en el país virtual recientemente cacareado en la convención de Acapulco. Y en eso de las facilidades de lavar dinero en México, el inventario de los gringos es bastante grueso: 46 bancos (incluyendo seis de desarrollo), 71 oficinas de representación de instituciones financieras extranjeras, 95 compañías de seguros, 479 sociedades de inversión, 155 uniones de crédito y 24 casas de cambio, de tal suerte que “el comercio ilícito de drogas es la principal fuente de fondos blanqueados a través del sistema financiero mexicano. Otras fuentes importantes de ingresos ilegales que se blanquean incluyen corrupción, secuestro, tráfico de armas y personas, y otros delitos. El contrabando de embarques a granel de moneda estadunidense a México y su repatriación (ya lavada) en efectivo a Estados Unidos a través de correos, vehículos blindados y transferencias bancarias siguen siendo métodos para el blanqueo de ganancias de la droga”.
Todo indica que este delicado asunto no forma parte de la alegre agenda entre gobierno calderonista y barones del dinero; es más fácil presumir balazos por doquier que resultados concretos, mientras en el sector financiero que opera en el país el lavado es producto de la “colaboración” en algunos casos y el abierto contubernio en otros. En este contexto, las conclusiones del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI; o si se prefiere Financial Action Task Force on Money Laundering, FATF) no distan de las relativas al Departamento de Estado, toda vez que este grupo intergubernamental (que “establece estándares y desarrolla y promueve políticas para combatir el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo”, según su propia presentación, y al que pertenece México) advierte que el país “se enfrenta a una amenaza sin precedentes a su seguridad nacional por el tráfico de drogas y la delincuencia organizada. Los poderosos cárteles de la droga, recurriendo a la violencia extrema, han extendido sus actividades a través de diversas partes del país, y estas actividades plantean importantes desafíos para el gobierno, lo que refleja la magnitud de recursos financieros y económicos y el poder a disposición de los cárteles de la droga y la delincuencia organizada. El poder económico de las organizaciones criminales les ayuda a seguir en funcionamiento y socava el buen gobierno y la autoridad del Estado”.
Si bien regala una flor cuando asegura que México “ha logrado avances en el desarrollo de su sistema de lucha contra el lavado de dinero”, subraya que las leyes “no responden plenamente a las normas internacionales, y no hay margen para mejorar significativamente su aplicación. En particular, las leyes y procedimientos no responden adecuadamente a la congelación de los fondos sin demora. Dada la magnitud del tráfico de drogas, el crimen organizado y otras actividades delictivas subyacentes, el lavado de dinero no está siendo adecuadamente investigado… (Por ejemplo) de 2004 a 2007 se presentaron 149 acusaciones por lavado de dinero, pero sólo dos fueron relacionados con los informes de la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera, dependiente de la Secretaría de Hacienda)… Dado el nivel y la sofisticación de las actividades delictivas del crimen organizado en México, estos resultados reflejan una decepcionante falta de eficacia”.
El sistema financiero que opera en México, advierte el GAFI, “es vulnerable al lavado de dinero asociado al narcotráfico; la complejidad de esa práctica ha aumentado, así como la influencia de las organizaciones delictivas para ampliar y desarrollar nuevos métodos para lavar sus ganancias ilícitas, incluso a través de vínculos con grupos criminales basados en otros países. Con esta riqueza, los blanqueadores de dinero adquieren más fácilmente la aceptación social y la protección política, haciendo más difíciles la detección e investigación”.
Pero de eso, ni una palabra en Acapulco.
Las rebanadas del pastel
Atenta petición a Banamex y tinterillos que lo acompañan: públicamente hago de su conocimiento que no soy cliente –moroso o no– de la institución; tampoco tarjetahabiente del banco, ni tengo crédito –de cualquier naturaleza– con ustedes y, por lo mismo, no les adeudo absolutamente nada; vamos, ni siquiera estoy inscrito en la Afore de su casa financiera. Entonces, aclarado el asunto, afinen la puntería y de ser posible dejen de estar jodiendo desde las 6 de la mañana en mi teléfono particular para que les pague un deudor que no soy yo. Si lo anterior se debe a una deficiente base de datos, qué lamentable, pero no es mi problema (ustedes sabrán: las insistentes cuan tempraneras llamadas provienen de los siguientes números telefónicos: 55 2262 9332; 552226 4449; 55 2000 2143; 55 2262 0077).
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Desde hace cuando menos tres lustros el sistema financiero que opera en el país ha ocupado el primer lugar en lavado de dinero proveniente del crimen organizado –especialmente el narcotráfico–, algo que parece no preocupar a las siempre atinadas autoridades, pues, de acuerdo con la evaluación del citado Departamento de Estado, “de la cifra estimada de 25 mil millones de dólares que circulan ilegalmente en el sistema bancario, la Procuraduría General de la República sólo es capaz de detectar uno por ciento” (250 millones). Y ello no sólo es producto de la enorme corrupción que campea, sino de la carencia de personal calificado en sus unidades especializadas: “faltan investigadores, fiscales, auditores de recursos monetarios, base de datos completa y moderna, y equipamiento tecnológico…”
De eso ni una palabra en el monotemático cuan machacón discurso calderonista sobre las “golizas” al narcotráfico, igual de inexistentes que los “logros” en el país virtual recientemente cacareado en la convención de Acapulco. Y en eso de las facilidades de lavar dinero en México, el inventario de los gringos es bastante grueso: 46 bancos (incluyendo seis de desarrollo), 71 oficinas de representación de instituciones financieras extranjeras, 95 compañías de seguros, 479 sociedades de inversión, 155 uniones de crédito y 24 casas de cambio, de tal suerte que “el comercio ilícito de drogas es la principal fuente de fondos blanqueados a través del sistema financiero mexicano. Otras fuentes importantes de ingresos ilegales que se blanquean incluyen corrupción, secuestro, tráfico de armas y personas, y otros delitos. El contrabando de embarques a granel de moneda estadunidense a México y su repatriación (ya lavada) en efectivo a Estados Unidos a través de correos, vehículos blindados y transferencias bancarias siguen siendo métodos para el blanqueo de ganancias de la droga”.
Todo indica que este delicado asunto no forma parte de la alegre agenda entre gobierno calderonista y barones del dinero; es más fácil presumir balazos por doquier que resultados concretos, mientras en el sector financiero que opera en el país el lavado es producto de la “colaboración” en algunos casos y el abierto contubernio en otros. En este contexto, las conclusiones del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI; o si se prefiere Financial Action Task Force on Money Laundering, FATF) no distan de las relativas al Departamento de Estado, toda vez que este grupo intergubernamental (que “establece estándares y desarrolla y promueve políticas para combatir el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo”, según su propia presentación, y al que pertenece México) advierte que el país “se enfrenta a una amenaza sin precedentes a su seguridad nacional por el tráfico de drogas y la delincuencia organizada. Los poderosos cárteles de la droga, recurriendo a la violencia extrema, han extendido sus actividades a través de diversas partes del país, y estas actividades plantean importantes desafíos para el gobierno, lo que refleja la magnitud de recursos financieros y económicos y el poder a disposición de los cárteles de la droga y la delincuencia organizada. El poder económico de las organizaciones criminales les ayuda a seguir en funcionamiento y socava el buen gobierno y la autoridad del Estado”.
Si bien regala una flor cuando asegura que México “ha logrado avances en el desarrollo de su sistema de lucha contra el lavado de dinero”, subraya que las leyes “no responden plenamente a las normas internacionales, y no hay margen para mejorar significativamente su aplicación. En particular, las leyes y procedimientos no responden adecuadamente a la congelación de los fondos sin demora. Dada la magnitud del tráfico de drogas, el crimen organizado y otras actividades delictivas subyacentes, el lavado de dinero no está siendo adecuadamente investigado… (Por ejemplo) de 2004 a 2007 se presentaron 149 acusaciones por lavado de dinero, pero sólo dos fueron relacionados con los informes de la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera, dependiente de la Secretaría de Hacienda)… Dado el nivel y la sofisticación de las actividades delictivas del crimen organizado en México, estos resultados reflejan una decepcionante falta de eficacia”.
El sistema financiero que opera en México, advierte el GAFI, “es vulnerable al lavado de dinero asociado al narcotráfico; la complejidad de esa práctica ha aumentado, así como la influencia de las organizaciones delictivas para ampliar y desarrollar nuevos métodos para lavar sus ganancias ilícitas, incluso a través de vínculos con grupos criminales basados en otros países. Con esta riqueza, los blanqueadores de dinero adquieren más fácilmente la aceptación social y la protección política, haciendo más difíciles la detección e investigación”.
Pero de eso, ni una palabra en Acapulco.
Las rebanadas del pastel
Atenta petición a Banamex y tinterillos que lo acompañan: públicamente hago de su conocimiento que no soy cliente –moroso o no– de la institución; tampoco tarjetahabiente del banco, ni tengo crédito –de cualquier naturaleza– con ustedes y, por lo mismo, no les adeudo absolutamente nada; vamos, ni siquiera estoy inscrito en la Afore de su casa financiera. Entonces, aclarado el asunto, afinen la puntería y de ser posible dejen de estar jodiendo desde las 6 de la mañana en mi teléfono particular para que les pague un deudor que no soy yo. Si lo anterior se debe a una deficiente base de datos, qué lamentable, pero no es mi problema (ustedes sabrán: las insistentes cuan tempraneras llamadas provienen de los siguientes números telefónicos: 55 2262 9332; 552226 4449; 55 2000 2143; 55 2262 0077).
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