Perlas del cretinismo institucionalizado
En dos años de Calderón 80% de hogares perdieron ingresos
Carlos Fernández-Vega
Ante el pleno de San Lázaro, el iluminado secretario de Hacienda del calderonato, Ernesto Cordero, aportó una serie de verdaderas perlas del cretinismo institucionalizado, pero entre ellas destacan dos: a) sin duda, hemos hecho bien la tarea, (y) hemos ganado credibilidad”; b) “tenemos la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza que teníamos a mitad de los 90”. Y todavía algunos se preguntan: ¿en manos de quién está la conducción del país?
Pues bien, de lo bien que el calderonato ha hecho la tarea dan cuenta las propias cifras oficiales (apasionadas del maquillaje) en materia de desempleo, crecimiento de la informalidad, deterioro del poder adquisitivo y de las condiciones de vida. Y sobre la “credibilidad” ganada (más allá del creciente inventario de promesas incumplidas, con la del “presidente del empleo” a la cabeza) vale recordar que el actual inquilino de Los Pinos (al que el simpático Cordero siempre ha estado unido) prometió un crecimiento anual de 5 por ciento, y en el mejor de los casos, sólo en el mejor, la economía nacional se desplomó 0.7 por ciento como promedio anual en su primer trienio de estancia en la residencia oficial.
Y sobre la segunda perla hay que recordar la advertencia de la Cepal sobre la crisis de 2009: “el único país en América Latina en el que se registró un empeoramiento en la situación de la pobreza fue México”, cuyos indicadores se incrementaron sensiblemente (6 millones de personas) incluso antes de que oficialmente de reconociera la sacudida, es decir, justo cuando Ernesto Cordero se ocupó, según se dijo, de la Secretaría de Desarrollo Social. Lo anterior sin considerar la estimación del Banco Mundial, en el sentido de que sólo en la primera mitad del año pasado 4.5 millones de mexicanos se habrían sumado al voluminoso inventario de pobres en el país
Cordero dijo a los diputados: “pero aún con este retroceso (el desplome de 2009) tenemos la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza que teníamos a mitad de los 90; es decir, ésta es una administración que ha destinado muchos recursos para combatir la pobreza, que ha destinado muchos recursos para ampliar las capacidades de los mexicanos que menos tienen, y eso se refleja en muchos indicadores de bienestar y no únicamente en indicadores de poder adquisitivo, donde también hay resultados importantes”.
Es cuestión de desmenuzar las cifras y no sólo de hablar de porcentajes: en 1990, oficialmente, 53.1 por ciento de los mexicanos eran totalmente pobres; en aquel año, según el censo, la población total sumó 81.2 millones, de tal suerte que ese 53.1 por ciento de pobreza fue equivalente a 43.1 millones de personas. En 2008, antes de la crisis y de acuerdo con la misma fuente, la población nacional se aproximó a 105 millones, de los que 47.4 por ciento (Coneval) eran totalmente pobres, es decir, alrededor de 50.5 millones (sin considerar 2009, de cuyos efectos en un solo semestre da cuenta la citada estimación del Banco Mundial, y 2010). Así, con todo y cifras oficiales, la graciosa frase de Ernesto Cordero no tiene asidero, menos aún el supuesto beneficio social de los programas asistencialistas del gobierno federal (si la medición de éstos es por votos, entonces sí el efecto sería benéfico para el partido oficial).
Un soporte adicional es la información del Inegi, la cual permite conocer que en el primer bienio calderonista, en el que oficialmente la crisis era cosa del pasado, 80 por ciento de los hogares mexicanos registró pérdida en sus ingresos. Sólo 20 por ciento (obviamente los más ricos) reportó alza: al cierre de 2008, 60 por ciento de los mexicanos (poco más de 64 millones de personas) se quedaron con 26.7 por ciento del ingreso corriente; 30 por ciento de ellos (alrededor de 32 millones de habitantes) se repartieron, y no democráticamente, 37 por ciento, y 10 por ciento (cerca de 10 millones, los más ricos) concentraron 36.3 por ciento.
Al cierre de 2006, según la estadística oficial, 42.6 por ciento de los mexicanos eran pobres (44.67 millones); dos años después, en 2008, el porcentaje se incrementó a 47.4, equivalente a 50.5 millones de mexicanos. Casi 6 millones más, antes de la crisis oficialmente reconocida (la de 2009). Las cifras son del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), elaboradas con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2006-2008. En ese lapso nacieron un millón 896 mil 53 mexicanos, de tal suerte que “sin duda” (Cordero dixit) Calderón condenó a la miseria a todos los nacidos en el primer bienio de su administración, sin considerar a los que incorporó a tal condición vía política económica y social, en 2009, y los que ha sumado en el transcurso de 2010.
Como se observa, “sin duda, hemos hecho bien la tarea, (y) hemos ganado credibilidad”. A los diputados federales Cordero les dijo que la economía nacional debe reportar tasas de crecimiento anual sostenido de 5 a 6 por ciento, si alguien pretende “salir de la pobreza”. Sin proponérselo, con esta bella frase el secretario de Hacienda reconoció el rotundo fracaso calderonista (y foxista, zedillista, salinista y etcétera), porque ese porcentaje no se ha visto, ni se verá, en el sexenio del actual inquilino de Los Pinos. De hecho, no se ha registrado en 30 años, de tal suerte que la política económica impuesta en el país desde los años 80 no ha hecho otra cosa que producir pobres, y el joven Ernesto lo celebra, pues han hecho “bien la tarea”.
Y en el contexto de la simpática comparecencia de Cordero, algunos diputados tricolores recobraron la sensatez, aplicaron la sapiencia y dejaron atrás célebres frases (“ahora sí van a comer mierda, ¡cabrones!”) pronunciadas a la hora del reparto del pastel presupuestal en noviembre pasado. Entre otros reclamos a la inoperancia calderonista, la bancada priísta destacó “que el gasto no se ejerce bien, que se recauda mal; el avance del patrimonio público no es evidente, y en materia de deuda y estímulos fiscales ha prevalecido la inercia”; lo “sorpresivo y con dolo” con que se aumentan los precios de las gasolinas y el diesel; la “incapacidad sistémica del PAN para el ejercicio del presupuesto”, y a los panistas, “no acaban de llegar, ¿eh? Tienen diez años en la Presidencia. Es la década perdida”.
Las rebanadas del pastel
En medio de “lo bien que lo han hecho”, un merengue llamado Renaut, que se mantiene en el conteo, con las empresas telefónicas colgadas al cuello y amparadas, sin que la autodenominada autoridad cumpla con la ley que tanto defiende, y con ganas legislativas de darle para atrás al numerito.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
Pues bien, de lo bien que el calderonato ha hecho la tarea dan cuenta las propias cifras oficiales (apasionadas del maquillaje) en materia de desempleo, crecimiento de la informalidad, deterioro del poder adquisitivo y de las condiciones de vida. Y sobre la “credibilidad” ganada (más allá del creciente inventario de promesas incumplidas, con la del “presidente del empleo” a la cabeza) vale recordar que el actual inquilino de Los Pinos (al que el simpático Cordero siempre ha estado unido) prometió un crecimiento anual de 5 por ciento, y en el mejor de los casos, sólo en el mejor, la economía nacional se desplomó 0.7 por ciento como promedio anual en su primer trienio de estancia en la residencia oficial.
Y sobre la segunda perla hay que recordar la advertencia de la Cepal sobre la crisis de 2009: “el único país en América Latina en el que se registró un empeoramiento en la situación de la pobreza fue México”, cuyos indicadores se incrementaron sensiblemente (6 millones de personas) incluso antes de que oficialmente de reconociera la sacudida, es decir, justo cuando Ernesto Cordero se ocupó, según se dijo, de la Secretaría de Desarrollo Social. Lo anterior sin considerar la estimación del Banco Mundial, en el sentido de que sólo en la primera mitad del año pasado 4.5 millones de mexicanos se habrían sumado al voluminoso inventario de pobres en el país
Cordero dijo a los diputados: “pero aún con este retroceso (el desplome de 2009) tenemos la mitad de mexicanos en condiciones de pobreza que teníamos a mitad de los 90; es decir, ésta es una administración que ha destinado muchos recursos para combatir la pobreza, que ha destinado muchos recursos para ampliar las capacidades de los mexicanos que menos tienen, y eso se refleja en muchos indicadores de bienestar y no únicamente en indicadores de poder adquisitivo, donde también hay resultados importantes”.
Es cuestión de desmenuzar las cifras y no sólo de hablar de porcentajes: en 1990, oficialmente, 53.1 por ciento de los mexicanos eran totalmente pobres; en aquel año, según el censo, la población total sumó 81.2 millones, de tal suerte que ese 53.1 por ciento de pobreza fue equivalente a 43.1 millones de personas. En 2008, antes de la crisis y de acuerdo con la misma fuente, la población nacional se aproximó a 105 millones, de los que 47.4 por ciento (Coneval) eran totalmente pobres, es decir, alrededor de 50.5 millones (sin considerar 2009, de cuyos efectos en un solo semestre da cuenta la citada estimación del Banco Mundial, y 2010). Así, con todo y cifras oficiales, la graciosa frase de Ernesto Cordero no tiene asidero, menos aún el supuesto beneficio social de los programas asistencialistas del gobierno federal (si la medición de éstos es por votos, entonces sí el efecto sería benéfico para el partido oficial).
Un soporte adicional es la información del Inegi, la cual permite conocer que en el primer bienio calderonista, en el que oficialmente la crisis era cosa del pasado, 80 por ciento de los hogares mexicanos registró pérdida en sus ingresos. Sólo 20 por ciento (obviamente los más ricos) reportó alza: al cierre de 2008, 60 por ciento de los mexicanos (poco más de 64 millones de personas) se quedaron con 26.7 por ciento del ingreso corriente; 30 por ciento de ellos (alrededor de 32 millones de habitantes) se repartieron, y no democráticamente, 37 por ciento, y 10 por ciento (cerca de 10 millones, los más ricos) concentraron 36.3 por ciento.
Al cierre de 2006, según la estadística oficial, 42.6 por ciento de los mexicanos eran pobres (44.67 millones); dos años después, en 2008, el porcentaje se incrementó a 47.4, equivalente a 50.5 millones de mexicanos. Casi 6 millones más, antes de la crisis oficialmente reconocida (la de 2009). Las cifras son del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), elaboradas con base en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2006-2008. En ese lapso nacieron un millón 896 mil 53 mexicanos, de tal suerte que “sin duda” (Cordero dixit) Calderón condenó a la miseria a todos los nacidos en el primer bienio de su administración, sin considerar a los que incorporó a tal condición vía política económica y social, en 2009, y los que ha sumado en el transcurso de 2010.
Como se observa, “sin duda, hemos hecho bien la tarea, (y) hemos ganado credibilidad”. A los diputados federales Cordero les dijo que la economía nacional debe reportar tasas de crecimiento anual sostenido de 5 a 6 por ciento, si alguien pretende “salir de la pobreza”. Sin proponérselo, con esta bella frase el secretario de Hacienda reconoció el rotundo fracaso calderonista (y foxista, zedillista, salinista y etcétera), porque ese porcentaje no se ha visto, ni se verá, en el sexenio del actual inquilino de Los Pinos. De hecho, no se ha registrado en 30 años, de tal suerte que la política económica impuesta en el país desde los años 80 no ha hecho otra cosa que producir pobres, y el joven Ernesto lo celebra, pues han hecho “bien la tarea”.
Y en el contexto de la simpática comparecencia de Cordero, algunos diputados tricolores recobraron la sensatez, aplicaron la sapiencia y dejaron atrás célebres frases (“ahora sí van a comer mierda, ¡cabrones!”) pronunciadas a la hora del reparto del pastel presupuestal en noviembre pasado. Entre otros reclamos a la inoperancia calderonista, la bancada priísta destacó “que el gasto no se ejerce bien, que se recauda mal; el avance del patrimonio público no es evidente, y en materia de deuda y estímulos fiscales ha prevalecido la inercia”; lo “sorpresivo y con dolo” con que se aumentan los precios de las gasolinas y el diesel; la “incapacidad sistémica del PAN para el ejercicio del presupuesto”, y a los panistas, “no acaban de llegar, ¿eh? Tienen diez años en la Presidencia. Es la década perdida”.
Las rebanadas del pastel
En medio de “lo bien que lo han hecho”, un merengue llamado Renaut, que se mantiene en el conteo, con las empresas telefónicas colgadas al cuello y amparadas, sin que la autodenominada autoridad cumpla con la ley que tanto defiende, y con ganas legislativas de darle para atrás al numerito.
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