viernes, 7 de mayo de 2010

México SA


Remesas vs. acuerdo migratorio

Paisanos: contra viento y marea

Tipo de cambio: se va, se va...

Carlos Fernández-Vega

En el espinoso tema migratorio, ahora en boga por la ley SB 1070 de Arizona, el gobierno calderonista divulga un discurso de preocupación” por el incierto futuro de la paisanada en el vecino del norte, aunque en los hechos su verdadera angustia proviene de la paulatina reducción en el monto de remesas que esos mismos connacionales envían desde Estados Unidos, baja que en su primer trienio de estancia en la residencia oficial se aproxima a 20 por ciento. Nada ha hecho, como nada hicieron sus antecesores, por mejorar las condiciones económicas y sociales internas para que ese voluminoso ejército de mexicanos en el exterior encuentre una alternativa viable dentro de su propia casa, pero sí se ha ocupado en facilitar los canales de envío de esos dineros, convertidos en factor primordial en lo que a estabilidad de balanza de pagos se refiere. Que la paisanada se rasque como pueda, pero que no cierre la llave de los dólares, es la consigna.
El monto de las remesas se reduce, pero la paisanada, a pesar de los pesares, contra viento y marea ha mantenido el envío de dólares para sus familias, hasta convertirse en la segunda inyección de divisas más importante para el país, sólo superada –cada vez por menor margen– por la exportación de crudo. Tan viejo como la vecindad misma entre México y Estados Unidos es el problema de la migración, y ninguna de las partes ha tomado con seriedad la posibilidad de encontrar una solución bilateral viable, pero si se trata de los dineros que generan la reacción es inmediata.
México, país petrolero que por esta condición olvidó todo lo demás, ha visto pasar por sus arcas alrededor de 250 mil millones de dólares por exportación de crudo en la última década, periodo en el que la paisanada inyectó a la economía nacional algo así como 170 mil millones de billetes verdes, monto equivalente a 68 por ciento del primer ingreso citado. De ese tamaño es el negocio de la migración para el gobierno mexicano, de tal suerte que difícilmente lo dejará ir. En 2009, las cuatro patas que sostienen la balanza de pagos reportaron los siguientes ingresos: turismo, 11 mil 275 millones de dólares; inversión extranjera directa, 11 mil 417 millones; remesas, 21 mil 181 millones; exportación de crudo, 25 mil 655 millones.
Ese es el quid de la “preocupación” gubernamental en materia de migración. Entonces, al inquilino de Los Pinos ¿realmente le resultaría conveniente un acuerdo migratorio que legalice la estancia de millones de mexicanos en Estados Unidos, pero que a la par obligue el retorno de otros tantos, con la subsecuente caída de remesas, esa sí contundente, la exigencia de empleo y bienestar por parte de los que regresen y el incremento de la presión social interna? Por el lado del vecino, ¿un tratado bilateral que obligue a patrones y autoridades a pagar salarios, otorgar condiciones y respetar derechos iguales que a los nativos del american way of life? Y en medio de los dos, las voraces empresas financieras dedicadas al trasiego de remesas, por lo que obtienen suculenta rebanada. ¿Lo harían? Dudoso. Por eso, largas y más largas, discursos y más discursos, para mantener este jugoso negocio bilateral a costillas de indefensos seres humanos. Lo anterior, con igual pregunta para el mismo drama y circunstancia, pero en nuestra frontera sur.
En vía de mientras, el Banco Interamericano de Desarrollo informó que durante 2009 “los flujos de remesas que reciben los países de América Latina y el Caribe experimentaron una contracción como consecuencia de los efectos de la crisis financiera en los países en los que radican y trabajan la gran mayoría de los emisores de estos envíos. La recesión económica en los países tradicionales de acogida de los migrantes de la región, principalmente Estados Unidos, España, y Japón, tuvo un fuerte impacto en las tasas de empleo e ingresos de los emisores de remesas y como consecuencia, su valor anual acumulado se redujo sustancialmente, alcanzando al cierre del año 58 mil 800 millones de dólares”.
Tras un largo periodo de aumento sostenido, en 2009 el volumen de remesas a la región presentó una tasa negativa. Entre 2002 y 2008, el crecimiento anual promedio fue de 17 por ciento. Sin embargo, desde mediados de 2006 se observa una desaceleración importante, hasta llegar a una tasa de incremento de sólo uno por ciento en 2008. “El menor crecimiento de 2008 fue el resultado de la crisis financiera, cuyo impacto se hizo sentir en las remesas a partir del último trimestre de ese año. Durante 2009 los efectos de la crisis se manifestaron con más fuerza sobre los flujos de remesas, provocando su caída a una tasa anual de 15 por ciento. Esta caída se acentuó durante el segundo y tercer trimestres del año, cuando las tasas de descensos alcanzaron 17 por ciento. En este contexto resulta importante señalar que durante los últimos meses del año se observan tasas de caída menores a las que se habían visto durante los meses anteriores, lo que podría indicar una posible estabilización de estos flujos”.
Los datos disponibles, apunta el BID, muestran que el valor promedio de estas transacciones fue menos predecible. En el último trimestre de 2009 se observaron valores iguales a los del año anterior, o en algunos casos hasta 5 por ciento mayores, para las remesas provenientes de Estados Unidos. En cualquier caso, este comportamiento no es generalizado, ya que las remesas provenientes de Europa, especialmente de España, alcanzaron valores individuales que en promedio fueron 6 por ciento menores a los de 2008. A corto plazo es poco probable que se observe una recuperación importante de los flujos, debido en gran medida a que no se esperan grandes crecimientos en las economías emisoras de remesas.
Las rebanadas del pastel
Como en las clásicas crónicas beisboleras, el tipo de cambio “se va, se va, se va…” Dice el doctor “catarrito”, ahora en el Banco de México, que “aunque existen riesgos externos que podrían afectar”, la economía mexicana “se encuentra blindada”. Si lo dice Carstens, ¡qué tranquilidad!, porque cuando era más que notorio el advenimiento de la más reciente sacudida, este mismo personaje, pero desde la Secretaría de Hacienda, aseguró que “si la desaceleración en Estados Unidos se concreta, no pienso que afecte de manera importante a México”.
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