sábado, 1 de octubre de 2011

Desfiladero



AMLO: somos nuestra única esperanza

Jaime Avilés

Andrés Manuel López Obrador inicia la próxima semana una gira por Estados Unidos para reunirse con los paisanos que lo siguen desde allá y que ya son integrantes del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) o desean, pero no saben cómo, sumarse a sus filas. Sólo en California hay más de 200 mil mexicanos que pretenden votar por él en las elecciones de 2012.

El máximo dirigente opositor del país acaba de terminar un nuevo recorrido por toda la República, y una vez más congregó multitudes, mayores y menores, en las ciudades y pueblos donde se detuvo a explicar el proyecto de nación de Morena y la táctica y la estrategia para tomar el poder por la vía pacífica.

A pesar del aislamiento mediático, López Obrador apareció de manera insólita en un canal de televisión abierta hace unos días, donde fue entrevistado por tres pequeños maestros de la doctrina neoliberal, a quienes les demostró que, si llega a la Presidencia en 2012, aplicará medidas de austeridad y de ahorro interno que le darán un fondo de 600 mil millones de pesos para fortalecer la atención a las áreas estratégicas más desprotegidas (obviamente a propósito) por los pocos dueños de todo: la educación, la creación de empleos, el rescate del campo, la reactivación del mercado interno.

Para cubrir los salarios, compensaciones y bonos que reciben los funcionarios de la alta burocracia (empezando por los ministros de la Vela Perpetua, antes Suprema Corte), el presupuesto de egresos de 2012 incluye una partida de 200 mil millones de pesos. Si esos “servidores públicos” dejaran de percibir la mitad de sus emolumentos, el gobierno de López Obrador obtendría, nada más de ese rubro, 100 mil millones de pesos extras para invertirlos en proyectos útiles para los pobres.

El político tabasqueño ha demostrado en todas partes, como lo hizo en la televisión, que sí hay maneras y recursos para cambiar de rumbo y sacar a México de este pozo sin fondo en que lo han sumergido quienes, gracias al dolor, la miseria, la desgracia, la angustia y la frustración de decenas de millones de hombres, mujeres, ancianos y niños, se han hecho inmensa, abusiva, insultantemente ricos. Y no están dispuestos a permitir que nadie arrebate sus privilegios.

¿Alguien creyó que Vicente Fox, su caritativa esposa y los hermanos Bribiesca se habían dado por bien servidos después de apoderarse de todo lo que estuvo a su alcance durante el sexenio anterior? Pues no. En los Altos de Jalisco hay un pueblo maravilloso llamado Temacapulín, donde la gente no usa calentadores en sus baños porque vive sobre 21 manantiales de aguas termales, a la orilla del río Verde, rodeada de tierras fértiles que le proporcionan los alimentos necesarios para subsistir. Acabo de visitarlo y reconozco y declaro su carácter extraordinario.

Temacapulín fue fundado por los españoles en 1531, al norte del valle donde hoy se asienta Guadalajara. En 1540, los indios caxcanes y zacatecos, encabezados por Francisco Tenamaztle, el Señor de Nochistlán, se rebelaron contra los europeos y asolaron Guadalajara hasta 1542, cuando al frente de 50 mil hombres –entre mexicas y tlaxcaltecas– el virrey Antonio de Mendoza aplastó la insurrección e inauguró la Guerra Chichimeca, que llegaría a su fin en 1594, en Cerro de San Pedro, a 8 kilómetros de San Luis Potosí.

Hoy, Cerro de San Pedro está sometido a la canadiense Minera San Xavier, que lo destruye poco a poco mientras le arranca hasta el último miligramo de oro, a la vez que Temacapulín, joya arquitectónica y ecológica, poseedora de un templo edificado entre 1734 y 1759, que en 1959 fue consagrado como “basílica” por Juan XXIII, está a punto de caer en manos de los hermanos Bribiesca.

Durante el sexenio pasado, cuando gobernaba Jalisco el rupestre (con perdón de Rockdrigo) Francisco Ramírez Acuña, por órdenes de Fox, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) decidió construir una presa en los Altos, con una cortina de 80 metros de alzada, que inundaría el valle de El Zapotillo. ¿Era plan con maña para no alborotar a los habitantes de Temacapulín?

Tal vez, porque mientras se hacían los estudios preliminares se fueron Fox y Ramírez Acuña y llegaron Felipe Calderón y Emilio González Márquez. Y de pronto Conagua anunció que la cortina de la presa tendría una altura de 105 metros y el espejo de agua se extendería sobre una superficie de 60 kilómetros cuadrados y, por desgracia (oh, sí, por una muy lamentable desgracia), inundaría y desaparecería no sólo Temacapulín sino los pueblos aledaños de Acasico y Palmarejo.

¿Para qué? Hombre, hasta la pregunta ofende: para tender un acueducto de 140 kilómetros de longitud, que desembocaría (¿por casualidad?) en León, Guanajuato, a tiro de piedra del rancho de Fox y de las tierras donde el ex presidente y los suyos cultivan y exportan brócoli a Estados Unidos. Además, el agua irrigaría el “puerto seco” de Silao, a donde serán enviadas por carretera las mercancías que recibirá el puerto marítimo de Manzanillo, junto al cual Pemex instala una estación regasificadora, que procesará el gas natural que Repsol nos vende a precios de oro, desde Perú, gracias a los contratos absolutamente desfavorables a México pero excelentes para él, que en su momento gestionó Juan Camilo Muriño.

Para doña Abigail Sandoval y don Alfonso Íñiguez, líderes de la resistencia de Temacapulín, las órdenes de aprehensión giradas contra ellos, las amenazas de muerte (una de éstas obliga a vivir lejos de Jalisco al cura del pueblo), el hostigamiento policiaco y demás formas de presión para que abandonen sus casas y sus tierras no son más que puros engaños.

“Según mediciones hechas desde un satélite, aunque la cortina de la presa tenga 105 metros de altura, Temacapulín quedará de todos modos a 26 metros sobre el nivel del agua. Por eso quieren sacarnos, para convertir el pueblo en un desarrollo turístico. ¿Y sabes quiénes están planeando ese negocio? Los hermanos Bribiesca. Hace poco se lo dije a un tipo de Conagua y me preguntó: ‘¿oiga, y cómo se enteró de eso?’ Yo nomás puse mi carita, y él dijo: caramba, ya hablaron esos bocones”, me contó la señora Abigail, en el mesón de doña Juanita, a donde todas las noches, entre los guiños de las luciérnagas, atraído por el aroma del pozole, se acerca el espíritu de Francisco Tenamaztle.

En la esquina de Morelos Oriente y Porfirio Díaz, un muro ostenta una manta que reúne las fotos de varios niños contentos y su mensaje: “Esta casa es de nuestros abuelos y no dejaremos que la destruyan porque aquí fuimos felices y aquí están nuestros recuerdos”. En el curso de sus visitas a Jalisco, López Obrador ha pasado tres veces por Temacapulín. Su retrato cuelga de algunas paredes, entre insistentes carteles que repiten: “Esta casa no se vende, no se traspasa, no se destruye, no se inunda. ¡Váyanse a otro lado! ¡No se metan con lo que no es suyo!”.

La gente de Temacapulín dice: “La única esperanza que nos queda es que Andrés Manuel gane la Presidencia”. Pero López Obrador no está de acuerdo. Hace dos meses, en Durango, Joaquín Romo de Vivar le gritó a su paso por Ciudad Lerdo: “Sólo tú puedes salvar a México”. El dirigente de Morena contestó: “Yo solo no puedo, tenemos que salvarlo entre todos”. Esta creencia popular crece debido a la desesperación que reina en todo el país, pero se agigantará a medida que se acerquen las elecciones. No en vano, panistas, priístas, camachistas y chuchos se reúnen en público y en privado para formar su “gobierno de coalición”... contra AMLO.

jamastu@gmail.com

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