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miércoles, 15 de agosto de 2012
México SA
Seguridad alimentaria
EU: medidas concretas
México: dependiente
Carlos Fernández-Vega
Tremendo escándalo se registra en Estados Unidos por la compra de emergencia hasta de 170 millones de dólares de carne y pescado para ayudar a los ganaderos y pequeños productores y controlar así los precios de los alimentos”, lo que da cuenta de que en el vecino del norte tienen muy bien puestas las pilas sobre lo estratégico que resulta la seguridad alimentaria, que no es otra cosa que la misma seguridad nacional. Ante tal “contingencia”, el presidente Obama anunció que se utilizará dinero de un “fondo de emergencia para responder a desastres naturales”, y que los alimentos serán enviados a programas de ayuda. Estimó que la cosecha de maíz será 25 por ciento menor que la de 2011, debido a la peor sequía que ha afectado al agro en medio siglo.
Pero no todos se ocupan y mucho menos se preocupan por una circunstancia de tal naturaleza, porque para México esos 170 millones de dólares que los vecinos del norte gastarán en su “compra de emergencia” apenas equivalen a tres días de importaciones de alimentos. Así es: nuestro país, otrora autosuficiente en prácticamente todo lo que los mexicanos se llevaban al estómago, a estas alturas eroga alrededor de 55 millones de dólares cada 24 horas para adquirir alimentos en los mercados internacionales, hasta redondear cerca de 20 mil millones anuales por tal concepto, con lo que se documenta no sólo la enorme cuan creciente dependencia que en este renglón registra nuestra nación, sino el indolente trato que el gobierno da a este estratégico asunto.
En Estados Unidos se muestran al borde de un ataque de nervios, porque importarán cerdo, cordero, pollo y bagre para mantener los inventarios en niveles apropiados y así evitar alzas desorbitadas en los precios, mientras en México la baja producción, la sequía prolongada (que afectó a más de la mitad de los estados de la República) y las heladas se combaten con discursos y más discursos, y la insuficiencia de alimentos con abundantes cuan crecientes importaciones de todo tipo de productos. Allá se asustan y destinan 170 millones de dólares de un fondo de emergencia, y aquí pretenden tapar las carencias productivas internas con adquisición masiva, con lo que el estómago de los mexicanos depende cada día en mayor proporción de lo que suceda en el exterior (desde las condiciones climáticas hasta la política agropecuaria de terceros países).
En el vecino del norte se asustan porque el próximo año los estadunidenses enfrentarán precios más altos de los alimentos en el supermercado, debido al impacto de la peor sequía en medio siglo, pero se estima que el efecto sobre la inflación general será moderado. Según estimaciones de la Fed de Kansas, la sequía, que ha golpeado los rendimientos del maíz y de la soya además de disparar sus precios en el mercado de futuros, podría sumar 4 por ciento más a los precios anuales de los alimentos durante el próximo año. En México, hasta julio pasado los precios de la canasta básica se habían incrementado 6.2 por ciento, los de alimentos y bebidas no alcohólicas 8.87, y los de los productos agropecuarios 11.27 por ciento, sin importaciones de “emergencia”.
Ciento setenta millones de dólares destinarán los angustiados gringos para atender la demanda de una población superior a 300 millones de personas, mientras México eroga 20 mil millones de dólares anuales para lo mismo, pero con 115 millones de habitantes. Días atrás se supo de la importación de un millón y medio de toneladas de maíz, y el siempre atento e informado secretario de Economía, el santísimo Bruno Ferrari, lo consideró algo “normal” por tratarse de “una operación privada”. Y es precisamente por esa indolencia y esa “normalidad” que a estas alturas alrededor de la mitad de los alimentos que los mexicanos se llevan a la panza proviene del extranjero, con precios cada día más elevados.
Entre los grandes “logros” de los gobiernos neoliberales destaca la dependencia alimentaria, más que notoria y creciente desde el arranque del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Como bien advierte la FAO, México se convirtió en el principal importador de alimentos en América Latina, y en uno de los primeros a nivel mundial. Menor producción igual a mayor importación. Del TLCAN para acá, de las arcas nacionales han salido alrededor de 200 mil millones de dólares, y contando, para adquirir víveres en extranjero, de acuerdo con información del Inegi; un río de dinero que bien pudo destinarse a reactivar el campo nacional, la producción interna de alimentos y el bienestar de las depauperadas masas campesinas. Muy distinto sería el balance si los “exitosos” gobiernos neoliberales hubieran hecho las cosas de forma diametralmente distinta.
El caso del maíz es revelador: de 1994 a la fecha las importaciones de este grano básico en la dieta mexicana se aproximan a 21 millones de dólares, y contando; alrededor de 82 por ciento de la factura corresponde a los dos gobiernos panistas; de la administración zedillista a la calderonista, la compra de este producto en el mercado internacional (el estadunidense, principalmente) se multiplicó por 3.3, al pasar de 3 mil 700 a 12 mil 500 millones de dólares. En 1993, año previo a la entrada en vigor del TLCAN, México importó maíz por 70 millones de billetes verdes. De entonces a la fecha, el aumento en las importaciones ha sido de casi 3 mil por ciento. Sin embargo, a lo largo de los cinco gobiernos neoliberales nadie se preocupó, y menos se ocupó, de revertir la tendencia, en rescatar al campo e incrementar la producción interna; estaban muy ocupados apoyando y protegiendo a los magnates agroindustriales, íntimos amigos del régimen, y a su exportación de hortalizas, con todo y que desde finales de los años 80 México se convirtió en importador neto de maíz.
Y como se ha comentado en este espacio, insuficientes han resultado las no pocas advertencias internas, el cúmulo de señales de alarma encendidas de tiempo atrás. El gobierno federal ni siquiera se tomó la molestia de volver la vista a quienes, insistentes, lo convocaban a reconsiderar su política agropecuaria, su abandono del campo mexicano y, por ende, la decreciente producción interna de alimentos. Previsibles las consecuencias, nadie movió un dedo.
Las rebanadas del pastel
Y para reanimar la salud de la nación, hemos sido enterados de que “en México seis de cada diez medicamentos adquiridos son de procedencia ilícita y se calcula que alrededor de 8 millones de personas son víctimas potenciales del mercado negro de fármacos, informó Sandra Sánchez, presidenta de la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica” (La Jornada, Carolina Gómez Mena).
cfvmexico_sa@hotmail.com
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