Luis Linares Zapata
E
l tránsito de las luces prometidas a la penumbra actual ha sido, por sus consecuencias, devastador para populosos sectores del país. Lo que fue un panorama alentador, aunque sostenido con frágiles pilares de una administración que aseguraba saber cómo hacerlo, se fue apagando con rapidez inusitada. Dos largos años de estiras y aflojas financiero-presupuestales tendieron una densa capa de incapacidades sobre la economía nacional. La trágica cauda final del 2014 sepultó, con sus nuevas tragedias –y la violencia ya injertada en el cuerpo social desde hace años–, el grueso de las expectativas despertadas. El telón geopolítico-económico que condiciona la actualidad ha caído de sopetón sobre las ilusiones de mejora en bienestar, planes y crecimiento. Férreas limitantes internas impuestas por las mismas élites se emparejan con las caídas de los precios y la producción petrolera para dar cabida a un circuito, ya bien conocido durante la reciente historia patria, de recortes, justificantes y austeridad para las mayorías.
Hay muy poco espacio para dónde hacerse. Los partidos políticos muestran, con cínico impudor, su modo de operar carente de valores: pragmatismo, le llaman ahora. Las presumidas perspectivas de largo aliento que publican sus documentos se achican hasta abarcar sólo el muy corto plazo. Con desfachatez creciente, fincan sus anhelos en allegarse cualquier parcela de poder que sus medios (amplísimos, por cierto) les puedan poner al alcance de sus ambiciones. Desde el inicio de este año han salido en estampida a buscar el voto ciudadano, en medio de una realidad que, si no presagia tormenta, sí, cuando menos, se atasca de corajes y desilusiones. La sociedad, en medio de esta barahúnda de gritos, pleitos, penurias y protestas, no acierta a coordinar sus afanes y organizar sus acciones para pasar de la resistencia a una calibrada iniciativa constructora. Infinidad de grupos sociales, incipientes organismos, curtidos frentes de defensa popular, movimientos en lucha permanente, militantes colectivos urbanos, ocupan buena parte del ríspido panorama social. Otro variopinto caleidoscopio de creaciones son desplegadas, de manera cotidiana, sobre todo el amplio territorio nacional, sin que logren coagular sus válidos anhelos. El abarcador desamparo que afecta a la sociedad entera, inyectado en gran parte por el aparato de convencimiento, no le ha permitido tomar el lugar que el presente le solicita para convertirse en el motor del necesario cambio.
Es por esta especie de contencioso de iniciativas y visiones desconcertadas que una mirada hacia afuera podría ayudar. Voltear alrededor a veces permite iluminar lo propio. Las duras peleas que se están escenificando en Sudamérica por sostener su independencia interna, que obligan a desmantelar los cinturones de control impuestos por las plutocracias, por ejemplo, pueden auxiliar bastante para calibrar lo que sucede aquí. Para ello es indispensable tomar distancia y pasar el cedazo de severa crítica a la propaganda diseminada por la potencia hegemónica continental (Estados Unidos) y sus aliados incondicionales internos de cada país. Dichas fuerzas, combinadas, no cesan en su tentativa de retomar la vigencia de sus carísimos privilegios y su amplísimo dominio sobre este vasto universo, antes bajo su férula indisputable. La sumatoria de México, Colombia, Perú y Chile, países donde las derechas han ejercido el mando durante largo tiempo, no le hace favor alguno a este país y sí lo lleva a girar, con mayor subordinación, bajo la égida del vecino del norte. No se puede dejar correr más tiempo sin que haya, al menos, una tentativa de reconsiderar la ruta adoptada.
El despliegue de energía contestataria que exhibió el partido español Podemos el pasado sábado 31 en Madrid es, qué duda cabe, una demostración de la rebeldía positiva de su sociedad frente a un estado de cosas profundamente injusto y depredador. El músculo movilizador que Podemos muestra a toda luz fue incontestable: entre 100 mil y 300 mil ciudadanos, alegres, decididos al cambio y bien formados en las luchas democráticas, acudieron al llamado de sus jóvenes líderes. El dúo de partidos tradicionales (PSOE y PP) que se reparten, en medio de escándalos diarios y confusos escenarios, las prebendas y las muchas posiciones disponibles entró en franco declive y no se le ve salida a la vista. No paran ambos partidos de caer en el aprecio del pueblo español. En medio de este ambiente, en mucho decadente, el fenómeno político-social de Podemos aumenta su penetración y consolida lo que ha ganado, con vistas a las elecciones de este año. El ejemplo griego ha sido, para los españoles, un motivo de empuje adicional y así lo vienen manifestando en todas las plazas que han tomado para sí. Se tiene que pasar del enfoque endogámico que ahora aqueja a la sociedad mexicana al análisis de lo que el mundo muestra.
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