martes, 29 de mayo de 2018

EDITORIAL La Jornada

Voto en el extranjero, ¿derecho o simulación?
L
os representantes de Morena y de Acción Nacional ante el Instituto Nacional Electoral (INE) señalaron ayer errores inaceptables en el manejo de la papelería electoral destinada a permitir el voto de los ciudadanos mexicanos que residen en el extranjero, e instaron a ese organismo a desempeñarse con más seriedad en este ámbito, a fin de garantizar a esos electores que sus sufragios llegarán al destino correcto y serán debidamente computados. El problema más grave es que algunos sobres en los que los votantes deben enviar su sufragio tienen la dirección particular y el nombre de funcionarios del INE –como Alejandro Sosa, director de Productos y Servicios Electorales, o María de la Paz Lara Lugo, empleada de la Dirección del Registro Federal de electores– y no la sede oficial de la institución.
Para poner el problema en perspectiva, cabe recordar que el 16 de mayo anterior, el consejero Enrique Andrade afirmó que hay 181 mil 256 mexicanos residentes en el exterior registrados para ejercer el sufragio y se ufanó de que esa cifra representa un incremento de 300 por ciento con respecto de 2012. Sin embargo, los errores en el nombre del destinatario ascienden a 71 mil y los que tienen un domicilio no oficial suman 44 mil, lo que arroja un total de 115 mil sobres equivocados; es decir, más de la mitad de los enviados a los connacionales que residen en otros países.
A pesar de los intentos del consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, de minimizar semejantes fallos, a los que llamó “fake news que pretenden construir un discurso equivocado”, en contraste con su afirmación de que no afectan el proceso y de las promesas de la institución de que todos los sobres se concentrarán en el aeropuerto para ser enviados a la sede del INE, no se puede pasar por alto semejante irresponsabilidad ni dejar de lado las legítimas sospechas que genera. No está de más recordar que sólo en gastos de envío el organismo electoral gastó casi 120 millones de pesos; es decir, más de 660 pesos por cada voto, en promedio. En contraste con la ligereza de Córdova, el consejero Andrade, presidente de la Comisión Especial del Voto de los Mexicanos en el Extranjero, reconoció lo grave del error y exigió una investigación de las áreas ejecutivas para deslindar responsabilidades.
En la circunstancia actual, y con el déficit de credibilidad de los organismos electorales nacionales, un error como el señalado afecta de manera inexorable la certeza en el proceso electoral en curso entre los connacionales que viven fuera de México y quieren ejercer su derecho ciudadano. Más aún: es inexcusable que después de décadas de exigir el cumplimiento efectivo de ese derecho, el sufragio de los mexicanos en el exterior sea gestionado de manera tan poco pulcra.
Pero hay un problema de fondo mucho más preocupante que el de remitentes o destinatarios indebidos: según las cifras del propio Andrade, el número de los connacionales que podrán votar en el extranjero en este proceso electoral es menor a la suma de los mexicanos que residen en Canadá (118 mil 249), España (51 mil 140), y Alemania (14 mil 947), según cifras de la Secreetaría de Relaciones Exteriores, y representa apenas una minúscula fracción de los millones de ciudadanos de nuestro país que viven en Estados Unidos; tales números indican que el derecho al voto en el extranjero sigue siendo una conquista pendiente.
Se podrá atribuir la situación a que, por la razón que sea, los connacionales no acuden a los consulados a tramitar sus credenciales de elector, pero ello marca una clara omisión de las autoridades nacionales en la atención e información a las comunidades mexicanas en el extranjero. Por lo demás, el empadronamiento y el registro para votar son, con frecuencia, procesos injustificablemente lentos y burocráticos que ahuyentan a la ciudadanía que vive en terceros países.
En suma, si se toma un cálculo conservador de 12 millones de adultos que son mexicanos por nacimiento y residen en Estados Unidos, la cifra de 181 mil votantes en el extranjero denota que el derecho al voto para ellos es, en gran medida, una simulación.

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