jueves, 5 de agosto de 2010

Reflexiones sobre el narco


Octavio Rodríguez Araujo

El 9 de julio pasado leí en excelsior.com.mx un artículo de Francisco Martín Moreno que me pareció muy sugerente por las preguntas que nos plantea, por ejemplo: ¿por qué no conocemos los nombres de los grandes traficantes de drogas en Estados Unidos, así como aquí sabemos del Chapo Guzmán, de Beltrán Leyva, de Nacho Coronel, de Félix Gallardo y una larga lista? Si no existen, ¿será que las drogas “se trafican ‘solitas’”?, como dice irónicamente el autor? El mercado de ese país es el más grande del mundo y la DEA (Drug Enforcement Administration) es la organización policiaca especializada más poderosa (supuestamente) de este sufrido planeta. Si millones de estadunidenses consumen drogas, ¿cómo las consiguen, quién se las vende? Debe ser un ejército de camellos (vendedores al menudeo) y, sin embargo, los soldados no se baten con ellos en las calles ni patrullan las avenidas y carreteras de ese país. No leemos tampoco que John Doe, capo dei capi, haya sido apresado, ni siquiera acribillado en su apartamento en los Altitude Condos de Miami o Nueva York.
En México se han contabilizado cerca de 28 mil muertes por la guerra de Calderón al crimen organizado, principalmente –como leemos en las noticias– al narcotráfico. De ésos, no sabemos cuántos eran civiles, aunque existen datos sueltos que nos dicen que se trata de la mayoría. Y si eran narcotraficantes y no civiles inocentes, pues la cosa es todavía más grave: 28 mil de 2007 a la fecha, más 9 mil en todo el sexenio de Fox –según dice José Reveles en su excelente libro El cártel incómodo– nos da un resultado altamente preocupante de la fuerza y magnitud de la gente que se dedica al tráfico de drogas ilegales: 37 mil, más los que se han librado de las balas o se mueven con discreción y disimulo (sin contar a los que se dedican a las finanzas y otros negocios para lavar dinero del narcotráfico, que de ninguna manera es una cifra modesta).
¿En Estados Unidos también matan a balazos a los narcotraficantes, siempre en el supuesto de que allá también existen, o los detienen y los meten en la cárcel después de un juicio? No lo sé y tampoco tengo elementos para deducir nada siguiendo las noticias sobre ese país. Aquí los matan (esto sí lo sé), lo cual no deja de ser un fenómeno extraño y paradójico. Eduardo Ibarra, en “Utopía 857”, de forumenlinea.com, escribió: “¿Para qué los matan si la información que poseen es valiosísima? Pues, por eso. Porque saben demasiado, incluidos los nombres de las mujeres y de los hombres del poder público y del fáctico involucrados en el negocio más rentable de nuestros días”. ¿Será? Puede ser, y estoy a punto de creerlo.
Se mueven miles de millones de dólares que bien pudieran llamarse ilícitos y las autoridades no les dan seguimiento o hacen como que no existen. ¿Hasta dónde sube la corrupción-complicidad involucrada en esos miles de millones? Agréguese a esto el tráfico de armas, que también comprende a las miles de tiendas que manejan este rubro en la frontera estadunidense (más de 15 mil) y que se contrabandean a México (¿en bicicleta, en patines, a pie?), y los agentes aduanales no se dan cuenta. Ni siquiera se trata de algo tan ingenioso como el chiste del contrabandista de bicicletas: todos los días cruzaba el puente de la frontera un ciclista y en la parrilla trasera traía un cajón con arena. Los aduaneros revisaban la arena y no encontraban nada, hasta que meses después a uno se le prendió el foco y descubrió que el contrabando era de bicicletas. Pero con la droga y las armas, se trata de camiones y camionetas, aviones y lo que se nos ocurra, pero nada tan pequeño como una bicicleta.
José Reveles cita en su libro una entrevista a Marcos Camacho, alias Marcola, un famoso traficante brasileño ahora preso: “Ustedes son el Estado quebrado –dijo Marcola–, dominado por incompetentes [se refería a Brasil, aclaro]… Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados… Ustedes nos transformaron en super stars del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos ‘globales’. Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros ‘clientes’”. Y parece que tiene razón en buena medida, aunque suene cínico como apunta Reveles. Pero decenas o tal vez centenas de miles de personas viven directa o indirectamente del narco y, como señala Diego Enrique Osorno (autor de El cártel de Sinaloa) en entrevista con Ariel Ruiz, “¿de qué viviría esa enorme masa que ahora depende de esta enorme economía ilegal?” Y aquí está planteada parte de la solución: empleo y disminución de la pobreza, y la otra parte sería terminar con el lavado de dinero que alguien, dentro o fuera del círculo financiero, realiza para que los miles de millones de dólares del narcotráfico se muevan con apariencia de limpios en la economía, pues es obvio que no se volatilizan sino que están en el mercado en manos de políticos y funcionarios públicos, de empresarios de muchos rubros, de los dedicados al contrabando y de otros que ni siquiera imagino.
Reveles cita a Moreira, el de Coahuila: “La guerra contra el narcotráfico ni es guerra ni se está ganando”, y añade una nota: “Hoy, sin el apoyo de la sociedad mexicana [que no sé por qué habría de darse], el empeño belicista de Calderón sólo está siendo respaldado por el gobierno de Washington, al que le conviene que un país sumiso y débil [yo diría gobierno, no país] haga el trabajo sucio y cargue con las culpas derivadas del tráfico de drogas… [y] no está dispuesto a aceptar que en su territorio también se da el trasiego de sustancias prohibidas, hay laboratorios en los que se elaboran drogas de diseño, existe el narcomenudeo, la siembra casera de mariguana [y está a punto de ser estatal], persisten el lavado de dinero, el contrabando de armas y el consumo a gran escala de estupefacientes”.
Y así es, pero Calderón no toma en cuenta las lecciones de sentido común y de inteligencia que le trata de dar todo el mundo. Si lo que quiso fue legitimar su gobierno con esta “guerra”, no sólo no lo ha logrado sino que su popularidad ha disminuido y la población de la mayor parte del país vive aterrorizada; y muchos otros, dolidos con las muertes que todos los días se registran en los medios.
Una pregunta a los que son o se sienten precandidatos a suceder a Calderón en 2012: ¿Qué van a hacer en relación con el narcotráfico? Hasta ahora nadie ha dicho nada al respecto, pero todos esperamos que no sigan la misma política de quien está ahora en Los Pinos, bien protegido, por cierto

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