viernes, 11 de febrero de 2011

México SA



Gasolina: crece importación

Producción interna estancada

Se duplica el parque vehicular

Carlos Fernández-Vega

Policías permanecen cerca de trabajadores de Pemex, que reparaban ayer un derrame de crudo cerca de Rosarito, al sur de Tijuana, ocasionado por ladrones de combustible que perforaron tuberías Foto Reuters

En puerta, el segundo gasolinazo del año (incremento de 10 centavos por litro, según algunos; en proporciones normales”, según Hacienda), la Secretaría de Energía da a conocer que en 2010 se importaron dos de cada tres litros de gasolina consumidos en el país lo que, de acuerdo con la versión oficial, justificaría plenamente el constante aumento de sus precios en el mercado nacional. Quién los entiende: por un lado los funcionarios (con el inquilino de Los Pinos como primer emisor de loas a sí mismo) celebran el incremento en la venta de vehículos automotores en el país, por ser muestra fehaciente de la “recuperación” y “símbolo de modernidad”, y por el otro se quejan amargamente por las consecuencias crecientemente negativas que para las finanzas públicas representa la importación de dichos combustibles por el constante aumento interno en su consumo. Ello, desde luego, sin mencionar un factor determinante: cuando menos en la última década, la producción interna de gasolinas y diesel prácticamente ha permanecido estancada.

Euforia por la producción y consumo interno de nuevos vehículos automotores (todos con motores para gasolina Premium y diesel de alto octanaje) y pánico por la creciente importación de esos combustibles. ¿Por fin? Esta contradicción va de la mano con otro tipo de políticas públicas totalmente encontradas. Por ejemplo, en años anteriores la Secretaría de Salud mostró su preocupación por el constante avance de la obesidad infantil, pero al mismo tiempo la Secretaría de Economía era feliz por la llegada masiva de inversión extranjera en forma de grasientas hamburguesas de payasito (léase McDonald’s), burbujeantes “chispas de la vida” altamente engordantes, todo tipo de frituras hipercalóricas y demás chatarra que lo único que provee al país son niños cada vez más obesos (aparte de las mugres nacionales, que hacen lo propio). Pasaron los años y México ocupa el primer lugar en obesidad infantil, lo que representa un altísimo costo (no sólo financiero) al país, pero la chatarra ha ganado la batalla.

Así sucede, como en tantos otros renglones, en el sector energético. Cinco sexenios al hilo apostándole a la privatización de Pemex, con “inversiones” sólo para el mantenimiento de las instalaciones (en el mejor de los casos), desclasificando la producción de petroquímicos (léase privatizando), sin construir una sola refinería en 32 años, y recurriendo a la cada vez más onerosa maquila externa, pero ¡sorpresa!: se quejan del constante aumento en los volúmenes de importación de gasolinas, aunque por otro lado festejan el incremento en la producción y venta interna de vehículos automotores, porque “México es un lugar privilegiado para la industria automotriz a nivel mundial, gracias a las ventajas comparativas que ofrece” (adivinen quién lo dijo).

La información oficial revela que “durante 2010 casi dos de cada tres litros de gasolina que se consumieron en el país fueron importados, debido a la insuficiencia en la producción del Sistema Nacional de Refinación y a la creciente demanda interna. Cifras del Sistema Nacional de Información Energética de la Secretaría de Energía revelan que entre enero y diciembre del año pasado, mientras las refinerías operadas por Petróleos Mexicanos registraron un desplome conjunto de la producción de 21 por ciento, el volumen de importaciones de gasolinas automotrices Magna y Premium prácticamente se duplicó, al crecer 98.3 por ciento. Durante el año pasado el volumen de las compras de gasolinas en el extranjero pasó de 258 mil 341 barriles diarios (más de 41 millones de litros) en enero, a 512 mil 422 para el cierre del año (81.5 millones de litros). El diesel es el que presenta el peor deterioro porcentual y comienza a convertirse en un problema. La producción nacional en 2010 se contrajo 18.3 por ciento, pero las importaciones subieron 239 por ciento. También aumentó considerablemente el gasto generado por la importación de combustibles automotrices, que pasó de 727.4 millones de dólares en enero, a mil 649.1 millones en diciembre de 2010, un incremento de 126.7 por ciento” (La Jornada, Víctor Cardoso).

Pues bien, en el periodo 2000-2009 (cifras de Pemex) el valor de las ventas internas de gasolina Magna (que supuestamente se produce en el país, cuando menos una buena parte de ella) se incrementó 260 por ciento y 165 por ciento el de la Premium, y el consumo reporta un avance de 55 y 45 por ciento, respectivamente. El precio al público de la primera aumentó 53 por ciento y 70 por ciento el de la segunda (90 por ciento el diesel; 166 por ciento el de la turbosina). Hay que recordar que en 2009 se congelaron los precios de estos combustibles y que su demanda se redujo como efecto de la crisis. Por si fuera poco, el número de gasolineras prácticamente se duplicó, hasta llegar a 8 mil 803 en el último de los años citados. Entonces, se registró una revolución alcista de precios y consumo en el periodo, pero ¿cuál fue el aumento de la producción interna en ese mismo lapso?: 5.2 por ciento en el caso de la Magna (un promedio anual de 0.52 por ciento, aunque en el calderonato reporta, hasta 2009, una caída de 12 por ciento)

Por el lado del “símbolo de la modernidad” y de la “recuperación”, el parque vehicular (registrado) en el país se duplicó entre 2000 y 2008 (Inegi), hasta superar las 30 millones de unidades (automóviles, camiones –carga y pasajeros– y motocicletas; chocolates aparte). De ese total, 66 por ciento correspondió a automóviles; 29 por ciento a camiones de carga; 4 por ciento a motocicletas y uno por ciento a camiones de pasajeros), todos ellos voraces consumidores de gasolina y diesel. Obvia, pues, la causa del incremento en el consumo de combustibles y el por qué del aumento en las importaciones: por un lado, ni una sola refinería adicional en el periodo citado, y con las seis existentes echando chispas con una producción estancada; por el otro, 15 millones de vehículos automotores adicionales, y en ambos casos políticas públicas contrapuestas cuyos efectos y costos son trasladados directamente a los consumidores, siempre en espera del advenimiento de la privatización del sector petrolero, porque “el capital privado sí invierte”, según dicen.

Las rebanadas del pastel

En vía de mientras, alégrense que ya está aquí, ya llegó, el segundo gasolinazo del año, porque “hay que empatar precios internos con los externos” ¿Y la refinería Bicentenario? Se mantiene en el discurso, o lo que es lo mismo, en el éter.

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