Fue arrastrada a una patrulla y entró a prisión sin zapatos
Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
Jueves 13 de diciembre de 2012, p. 13
Jueves 13 de diciembre de 2012, p. 13
Lo que está haciendo no es de Dios, le dijo la señora Rosa María Vargas Rodríguez a un granadero que detuvo y golpeó a unos jóvenes durante los disturbios del pasado primero de diciembre. Como respuesta, el uniformado también la aprehendió a ella y la llevó literalmente a rastras al penal de Santa Martha Acatitla, donde pasó una semana encarcelada acusada de
ataques a la paz pública, pero sin haber lanzado ni una sola piedra.
La anécdota la cuenta Francisco Javier Ruiz, ex esposo de la mujer, quien desde el momento de la aprehensión de Rosa María, pasó de la incredulidad al estupor, y luego a la rabia, por la forma en que las autoridades capitalinas trataron a una mujer de 52 años de edad, cuyo delito fue reconvenir a un policía desde su óptica de cristiana.
Ella es la madre de mi hijo Jockzan, y me enteré de que la habían agarrado cuando él me habló para avisarme. Se me hacía algo ilógico, porque es una ama de casa, sin partido político, dedicada a sus hijos y a su nieto, y que trabaja atendiendo un puestecito de ropa afuera de su casa, contó en entrevista con La Jornada.
No fue sino hasta el lunes 3 de diciembre que los hijos de Rosa María finalmente pudieron resolver el misterio: su madre había sido detenida en la calle de Regina, por haber defendido a unos muchachos que estaban siendo golpeados por un granadero.
“Su única frase fue ‘no les pegue por favor. Lo que usted está haciendo no es de Dios, es inhumano’. El policía le contestó ‘¿Ah, sí? Pues entonces usted también’, le hizo el abrazo del oso y la subió a una patrulla como si fuera una muñequita de trapo, porque nada más pesa unos 60 kilos. Se la llevó a rastras, y ni los zapatos se pudo poner”, recordó Francisco Javier.
Por esa razón, la mujer pasó más de 24 horas descalza, sentada en un pasillo donde le permitieron estar en vez de en una celda, debido a su claustrofobia. Ahí estuvo cuando le dijeron que no se preocupara, porque al otro día iba a salir, y de ahí mismo se la llevaron a empujones y con engaños al penal de Santa Martha, cuando les habían dicho que sólo irían a un
examen sicológico.
Después de sobrellevar tiempo de angustia, los hijos de Rosa María pudieron llevarle un par de zapatos a su madre y asesorarse con un abogado particular y con los del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez. Finalmente, el domingo pasado fue puesta en libertad por falta de pruebas, al igual que otras 55 personas.
Todo lo que habían dicho de ella se cayó, pero más por la presión de los medios, los artistas y las redes sociales, que porque las autoridades sean buenas gentes. Pero esto no se ha acabado, porque los demás compañeros siguen presos. Ahora que ella regresó a su casa, la casera la trató mal, como a una terrorista, porque vio las noticias. Fue una humillación total, y ese estigma ya no se quita con nada, lamentó Francisco.
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