Vilma Fuentes
L
a noche misma de las elecciones, Hugh Laurie envió sus felicitaciones al vencedor por su triunfo electoral en Grecia: mensaje que comienza con un
¡Bravo, Syriza!y termina con dos palabras escritas en la lengua griega, las cuales significan:
buena suerte. Alexis Tsipras respondió de inmediato y personalmente: “Thank you, Dr.”
¿Quién es el tal Hugh Laurie para merecer una respuesta del líder de la Coalición de Izquierda Radical y por qué Tsipras se dirige a él como a un doctor? Para los incondicionales de la serie televisiva estadunidense Doctor House, el enigma es transparente: Hugh Laurie es el actor que encarna el protagonista de esta serie, el doctor House, genio del diagnóstico, infalible en este dominio.
Puede especularse, desde luego, en la siempre atractiva aunque trillada idea de la ficción que rebasa la realidad, o su contrario, la realidad que supera lo imaginable. Pero en el caso presente, no hay rivalidad ni competición entre uno y otro conceptos, pues ficción y realidad se funden: Laurie, persona real, se dirige a Syriza, entidad abstracta, figurativa, de un grupo; Alexis Tsipras, persona real, responde a un personaje imaginario, más conocido, sin embargo, que el actor que le presta su cuerpo, su voz, sus gestos, su identidad misma, sin darse cuenta de ser él quien es, al final, suplantado por House.
Más allá de la simpatía mostrada por el actor hacia Syriza y su carismático jefe, y de la respuesta inmediata de éste, es curioso notar que un extraño diálogo se establece así públicamente mediante este nuevo sistema de comunicación universal: Twitter. Se podría ver una anécdota sin importancia. Parece, al contrario, que esto revela a qué extremo, hoy día, los mundos de la política, de los medios de comunicación, del espectáculo, de comediantes o artistas, circulan en un mismo universo de encuentros e intercambios.
Alexis Tsipras, cuando se aproxima el momento de tomar la carga de las pesadas responsabilidades del destino de un país donde los electores lo escogieron para rescatarlos del abismo donde caen y salvarlos de la desgracia, se toma su tiempo para responder a un mensaje de apoyo y lo hace con humor. No dice: “Thank you, sir”. Dice:
Thank you, Dr.Doctor. En suma, es al personaje de la serie televisiva, el doctor House, a quien agradece su estimulante solidaridad. Esto permite al menos dos cosas: por una parte, dialogar en un mundo más ligero que el de la política; por otra, conservar a su interlocutor el título de doctor. Título que es imprescindible no olvidar, puesto que la reputación del doctor House es la de poseer un genio particular que le permite encontrar siempre el diagnóstico adecuado y el único capaz de curar al paciente de una enfermedad mortal. Obtener la confianza de tal adivino vale todos los mensajes de felicitación, provengan de donde provengan.
Al ver las dificultades que esperan a Syriza y a su jefe, Alexis Tsipras, este estimulante apoyo no estará de más. Como el nuevo primer ministro, carente de una mayoría absoluta, debió formar una alianza táctica con el pequeño partido de derecha independiente de Panos Kammenos, cada quien puede observar que se trata de una operación quirúrgica extremadamente delicada.
Los dos partidos están de acuerdo en terminar con la austeridad impuesta por las medidas neoliberales, dictadas sobre todo por la canciller de Alemania Angela Merkel y por la directora del Fondo Monetario Internacional Christine Lagarde.
Sobre el resto, los programas de estos dos partidos aliados son muy diferentes, muchas veces opuestos.
La alianza de estos dos partidos políticos, unidos por las circunstancias, es bastante asombrosa. De alguna manera, recuerda la fascinante definición de la belleza según losCantos de Maldoror, de Lautréamont:
bello como el encuentro sobre una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas.
¡Rápido, venga rápido, doctor House, ayúdenos a lograr la operación del siglo!
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