Bernardo Bátiz V
D
el segundo informe legislativo del senador Alejandro Encinas se pueden decir varias cosas: fue un acto político importante, concurrido, festivo, republicano; no hubo show ni aparato, llegó puntual al Centro Cultural Indianilla, que antaño fue el Taller de los Tranvías Amarillos que circulaban por la ciudad. Podría haber escogido un hotel elegante o un teatro, un escenario más aparatoso, pero prefirió ese lugar que a él le tocó restaurar cuando fue jefe de Gobierno del Distrito Federal por algo así como un año: la oscura y abandonada bodega de archivo muerto fue convertida en su gobierno en centro de difusión cultural.
La sorpresa de su informe fue que no manifestó su intención de incorporarse a Morena; en cambio sí sucedió lo que todo mundo esperaba: anunció su separación irrevocable al PRD, partido del que fue fundador y al que trató de rescatar de las manos de la poderosa tribu de los chuchos, que lo tienen bajo su control desde hace ya varios lustros. En el informe ocuparon lugar de honor otros fundadores de su ahora ex partido, tan desplazados como él, entre ellos nada menos que Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, los tres impulsores de cambios importantes en este país y los tres respetados por tirios y troyanos.
Otra característica del acto político para el cual convocó el senador fue que el informe legislativo constituyó la ocasión para la reunión, sólo el motivo para convocar a los asistentes, pero ese informe del legislador del estado de México no constituyó el tema fundamental que produjo expectativas ni lo que se esperaba escuchar; sin embargo, los datos de sus participaciones legislativas, proyectos de ley, propuestas de puntos de acuerdo, mostraron con creces que el informante no ha gastado en balde el tiempo que lleva en el escaño y que, como ha sucedido en otras actividades y otros cargos políticos que ha ocupado, se trata de un hombre de acción, participante y comprometido.
Lo dicho se corrobora con las comisiones de que forma parte en el Senado, entre las cuales destaca la presidencia de la Comisión de Estudios Legislativos II y las importantísimas de Puntos Constitucionales, Defensa Nacional y Seguridad Pública; dato relevante de su informe fue que nunca ha faltado a las sesiones del Senado, lo que sin duda es un caso excepcional. La estadística muestra su actividad: ha subido a la tribuna ante el pleno en 65 ocasiones, ha presentado 28 iniciativas y propuesto 32 puntos de acuerdo en tan sólo dos años de ejercicio del cargo; se trata, por tanto, de un representante que toma en serio su papel y se esfuerza en cumplir con él y no es de los que sólo esperan la señal de su coordinador.
Mi asistencia a la concurrida asamblea informativa se debió, por supuesto, al interés por saber cuál sería el nuevo derrotero del senador Encinas, pero además acudí porque cuando fui procurador general de Justicia del Distrito Federal formamos parte ambos del gabinete de Andrés Manuel López Obrador y después me correspondió ser su colaborador cuando tuvo a su cargo el gobierno de la ciudad capital; por cierto, el grito del 15 de septiembre que más he disfrutado y que despertó mayor interés, participación y alegría popular, entre los que me ha tocado presenciar, fue el único que encabezó desde un balcón del palacio municipal, mucho más cercano a la gente que el tradicional en Palacio Nacional.
Especialmente llamó mi atención que al proponerse formar la red nacional para la reivindicación de la izquierda, esquiva por lo pronto una acción partidista y busca, como él mismo lo afirmó, un espacio de reflexión y de encuentro plural que agrupe a ciudadanos, intelectuales, líderes de opinión y participantes de la llamada sociedad civil, así como a militantes de partidos, para
revertir el extravío que vive el Estado mexicano, sus instituciones y los partidos políticos. El diagnóstico es acertado; mi duda radica en saber si una
redes el instrumento adecuado o todavía es posible que por conducto de un nuevo partido y por la vía electoral podamos corregir el rumbo; a quienes convocan cada tres años a elecciones, los que confiamos en que la democracia puede establecerse debemos tomarles la palabra y participar, aun sabiendo que no es fácil jugar con tramposos.
Me llamó la atención especialmente una frase mencionada en medio del discurso del senador. Dijo que propone
una izquierda con éticay en ese punto mi coincidencia es total, y diría, no sólo una izquierda: debemos buscar que la ética sea la guía de toda actividad política, independientemente de clasificaciones artificiosas.
Ética significa aceptar que hay un bien superior a los intereses y a las motivaciones circunstanciales y personales, y todos –de izquierda, de centro o de derecha– debemos sujetarnos a las reglas éticas que nos permitan perseguir ese bien superior sin traicionarlo. Una izquierda con ética es muy buena idea.
México, DF, 23 de enero de 2015.
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