lunes, 6 de julio de 2020

Doctrina Estrada y Doctrina Monroe

Bernardo Bátiz V.
L
a geopolítica, las exigencias de la economía y la realidad internacional imponen a los gobiernos compromisos que deben afrontar. La reunión de dos presidentes, el de México y el de Estados Unidos (EU), tendrá lugar dentro de un par de días. El de EU, según algunos comentaristas, aprovechará la reunión para fines personales de carácter electoral; pienso que posiblemente recuerda su visita a nuestro país durante su campaña presidencial y lo bien que le fue con el entonces presidente Peña Nieto; el que éste se viera tan mal, débil, pequeño, usado por el que sería su homólogo del norte, lo que le valió votos que lo llevaron a derrotar a Hillary Clinton y llegar a la presidencia.
Se rumora que tratará de repetir la faena, ahora para relegirse; si eso fuera así, es que no conoce bien a su contraparte de hoy. El Presidente de México llegó a su cargo por un claro proceso democrático; su propuesta fue contra la corrupción, por un nuevo proyecto de nación y con el lema por el bien de todos, primero los pobres. Ahora, en medio de la crisis y resistiendo con serenidad incomprensiones, ataques arteros de sus opositores y problemas de todo tipo, mantiene aún una aceptación de más de 65 por ciento.
Sin embargo, contra lo que se ha dicho insistentemente, se tratará de algo más que oportunidades políticas y temas económicos; en el fondo es la confrontación de dos visiones diferentes de la política; el Presidente mexicano inició una gran transformación, la cuarta en la historia de México, en forma pacífica; respeta los derechos humanos, no ha reprimido a nadie, ha sido paciente con los que lo insultan y proponen sus destitución y basa su política en los ofrecimientos de campaña.
Consagró los programas sociales a escala constitucional, combatió el robo de energéticos, disminuyó las pensiones a los ex presidentes, elevó el salario mínimo; en plena crisis, distribuye recursos abajo, con créditos a la palabra a los pequeños empresarios, mantiene becas a estudiantes, apoyos a las madres solteras y sostiene las tarjetas de adultos mayores; disminuyó los impuestos en la frontera norte, tiene un programa único en el mundo de siembra de árboles frutales y emprende obra pública, para lo que contrata empresas y crea empleos.
El de Estados Unidos es un multimillonario racista, partidario de la fuerza, con una política impertinente, altanera y despectiva frente a los más débiles; ha sido criticado como misógino e intolerante y su obra consentida es el muro fronterizo.
Ambos llegan a este encuentro con estas características y cada uno lleva sobre la espalda la historia de su país; vecinos con una frontera de 3 mil kilómetros de longitud y representando a naciones que históricamente no han tenido una relación tersa.
La historia, que a veces se olvida, recuerda abusos, invasiones, despojo de territorio en beneficio del vecino del norte, injerencias violatorias del derecho internacional y una desigualdad económica y militar significativa. José Vasconcelos llamó al embajador de EU, que le tocó conocer, el pro cónsul, pues intervenía en política interna y tenía más peso que el mismo presidente de la República.
Las cosas han cambiado; al Presidente de México lo acompañará una tradición que se recupera, de liderazgo latinoamericano y un prestigio histórico en las relaciones internacionales, de independencia, respeto a todos los pueblos y naciones, sea cual sea su tamaño y poderío económico; muestras de generosidad internacional, hospitalidad y defensa de los derechos de los pueblos. La síntesis de esta política reconocida mundialmente radica en la Doctrina Estrada, que rechaza la injerencia exterior en las cuestiones internas de los estados y proclama que debe ser respetada la decisión de cada pueblo y reconocidos los gobiernos que cada quien se dé, sin juzgar desde afuera la legitimidad de las decisiones internas.
El presidente estadunidense, en cambio, además de sus características personales que no despiertan simpatía, lleva el lastre de la Doctrina Monroe: América para los americanos y ellos, se califican a sí mismos como los americanos, pretenden ser los árbitros de la política y la economía en todo el continente; se trata de relaciones desiguales, de falta de respecto a la soberanía de los más débiles, esperan subordinación y no equidad e igualdad. EU ve a los países latinoamericanos como naciones que les deben sometimiento y obediencia; que deben ser protegidas y dirigidas.
Como están hoy las cosas, el Presidente de México llega con una ventaja moral, lo respalda un pueblo informado y movilizado, una doctrina humanista que exige respeto a la propia soberanía y respeta la de todos, reconocida internacionalmente, y él, en lo personal, tiene carácter, convicciones; es reconocida su honradez y ha salido airoso de otras tormentas y otros temporales. Creo que llevamos la ventaja en la reunión; la fuerza moral está del lado de la Doctrina Estrada y no con la Doctrina Monroe.

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