Costo económico de la influenza
Carstens y su fallida bola de cristal
Realidad e inquilino de Los Pinos
Carlos Fernández-Vega
Casi un año atrás (finales de abril), el siempre exacto doctor catarrito” –hoy encargado de calcular la inflación y otras menudencias desde el Banco de México– estimó que el impacto de la influenza AH1N1 en la economía mexicana sería “de entre 0.3 y 0.5 por ciento del producto interno bruto”, pronosticó que “el episodio” podría prolongarse por algo así como un trimestre y lo mejor del caso, de acuerdo con con su tradicional delicadeza y sensibilidad social, era que “ni la capacidad productiva ni la infraestructura del país se verá afectada en lo esencial por el virus”. Y así le fue al país con su destartalada bola de cristal, que minimizó no sólo el golpe económico de la epidemia, sino el de la crisis misma.
Pues bien, casi 12 meses de aquel fallido acto de clarividencia del ahora gobernador del banco de México (quien a pesar de todo resultó premiado), tres organismos especializados (dos regionales y uno internacional) le han puesto números al impacto económico de la citada epidemia en México: casi 122 mil millones de pesos de costo directo y poco más de 5 mil millones de indirecto, un monto equivalente a uno por ciento del producto interno bruto, aproximadamente. Los sectores de mayor afectación fueron el turístico, el comercial, el del transporte y el restaurantero, que en conjunto absorbieron prácticamente todo el golpe.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y las organizaciones Panamericana de la Salud y Mundial de la Salud elaboraron un documento (Evaluación preliminar del impacto en México de la influenza AH1N1, fechado el 23 de marzo de 2010), a solicitud del gobierno calderonista, del que se toman los siguientes elementos: “las estimaciones realizadas acerca de las pérdidas ocasionadas por la pandemia durante 2009, suponiendo que la tasa de ataque actual de la enfermedad se mantiene a niveles similares en el resto del año, ascienden a 127 mil 360 millones de pesos, o su equivalente de 9 mil 110 millones de dólares (a un tipo de cambio de 13.98 pesos por billete verde). De dicha cantidad, 121 mil 978 millones corresponden a una menor producción y venta de bienes y servicios (96 por ciento del total), en tanto que 5 mil 381 millones (el 4 por ciento restante) se refieren a mayores gastos por encima de lo normal para atender las necesidades de la emergencia sanitaria”.
De acuerdo con los organismos citados, el monto referido “no es una cifra despreciable, pues equivale a uno por ciento del PIB de 2009. Además, el saldo económico de este desastre de origen sanitario es superior con creces a muchos de las catástrofes de origen natural que han ocurrido en el país en el pasado reciente. De hecho, es el valor más alto de cualquiera de ellas en la historia reciente, superando incluso el costo del terremoto de la ciudad de México en 1985; representa varias veces el valor de, por ejemplo, los daños y pérdidas ocasionados por los huracanes que afectaron a México en 2005, así como el correspondiente a las inundaciones del estado de Tabasco en 2007; y resulta ser equivalente a varias veces el valor promedio anual de los desastres de origen natural que han afectado a México desde 1985 a la fecha”.
La Cepal, la OPS y la OMS indican que “es relevante anotar que de las pérdidas totales, 88 mil 782 millones de pesos ocurrieron hasta el 30 de junio de 2009, momento en que se cerró la evaluación interina, lo que equivale a 70 por ciento del total de pérdidas estimadas; el monto restante (38 mil 577 millones) serán las pérdidas que se estima ocurrirán entre julio y diciembre en caso de no ocurrir mayores rebrotes del virus y suponiendo una recuperación total para fin de año en la economía. También cabe anotar que del monto total de las pérdidas estimadas, 95 por ciento (121 mil 300 millones) corresponden al sector privado, en tanto que el sector público incurrirá en pérdidas por 6 mil 16 millones, o 5 por ciento. Las pérdidas del sector público se refieren esencialmente a mayores gastos para atender la pandemia, así como de algunas pérdidas de ingresos, en tanto que las pérdidas del sector privado corresponden esencialmente a pérdidas de producción y ventas”.
Los sectores económicos más afectados en términos de pérdidas fueron, en orden de magnitud decreciente, el turismo (47 mil 646 millones, 37 por ciento del total), el comercio (45 mil 517 millones de pesos, 36 por ciento), el transporte de personas (16 mil 912 millones, 13 por ciento), y los restaurantes y bares (12 mil 534 millones, 10 por ciento), seguidos de salud, ganadería, educación y electricidad y agua. El costo de la atención de la población ante la pandemia –incluyendo los gastos de diagnóstico, tratamiento y vigilancia– habría tenido un valor de 3 mil 873 millones. Por su parte, las medidas de distanciamiento social que se adoptaron por parte de las autoridades mexicanas para reducir el contagio y expansión, resultaron en pérdidas estimadas en 83 mil 800 millones. En tanto que el temor por parte de residentes en otros países causó pérdidas estimadas en 39 mil 700 millones, montos que no incluyen el valor del mayor tiempo dedicado por las mujeres en sus casas, al tener que cuidar de los niños que dejaron de asistir a clases debido al cierre de las escuelas”.
En términos geográficos, la distribución de las pérdidas no fue uniforme. Éstas se concentraron en algunas entidades de la República, especialmente en el Distrito Federal, Quintana Roo y estado de México, en tanto que los demás acusaron pérdidas más o menos uniformes y considerablemente menores. El Distrito Federal acumuló las más altas pérdidas: 58 mil 470 millones de pesos, 49 por ciento del total, en tanto que Quintana Roo fue el segundo más afectado con pérdidas estimadas en 14 mil 614 millones (12 por ciento del total), y el estado de México habría sido el tercero, con 2 mil 689 millones (2 por ciento del total). El resto del país asumió pérdidas por 51 mil 585.8 millones.
Como se registra, la influenza fue algo más que un “catarrito” carstensiano (de Carstens).
Pues bien, casi 12 meses de aquel fallido acto de clarividencia del ahora gobernador del banco de México (quien a pesar de todo resultó premiado), tres organismos especializados (dos regionales y uno internacional) le han puesto números al impacto económico de la citada epidemia en México: casi 122 mil millones de pesos de costo directo y poco más de 5 mil millones de indirecto, un monto equivalente a uno por ciento del producto interno bruto, aproximadamente. Los sectores de mayor afectación fueron el turístico, el comercial, el del transporte y el restaurantero, que en conjunto absorbieron prácticamente todo el golpe.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y las organizaciones Panamericana de la Salud y Mundial de la Salud elaboraron un documento (Evaluación preliminar del impacto en México de la influenza AH1N1, fechado el 23 de marzo de 2010), a solicitud del gobierno calderonista, del que se toman los siguientes elementos: “las estimaciones realizadas acerca de las pérdidas ocasionadas por la pandemia durante 2009, suponiendo que la tasa de ataque actual de la enfermedad se mantiene a niveles similares en el resto del año, ascienden a 127 mil 360 millones de pesos, o su equivalente de 9 mil 110 millones de dólares (a un tipo de cambio de 13.98 pesos por billete verde). De dicha cantidad, 121 mil 978 millones corresponden a una menor producción y venta de bienes y servicios (96 por ciento del total), en tanto que 5 mil 381 millones (el 4 por ciento restante) se refieren a mayores gastos por encima de lo normal para atender las necesidades de la emergencia sanitaria”.
De acuerdo con los organismos citados, el monto referido “no es una cifra despreciable, pues equivale a uno por ciento del PIB de 2009. Además, el saldo económico de este desastre de origen sanitario es superior con creces a muchos de las catástrofes de origen natural que han ocurrido en el país en el pasado reciente. De hecho, es el valor más alto de cualquiera de ellas en la historia reciente, superando incluso el costo del terremoto de la ciudad de México en 1985; representa varias veces el valor de, por ejemplo, los daños y pérdidas ocasionados por los huracanes que afectaron a México en 2005, así como el correspondiente a las inundaciones del estado de Tabasco en 2007; y resulta ser equivalente a varias veces el valor promedio anual de los desastres de origen natural que han afectado a México desde 1985 a la fecha”.
La Cepal, la OPS y la OMS indican que “es relevante anotar que de las pérdidas totales, 88 mil 782 millones de pesos ocurrieron hasta el 30 de junio de 2009, momento en que se cerró la evaluación interina, lo que equivale a 70 por ciento del total de pérdidas estimadas; el monto restante (38 mil 577 millones) serán las pérdidas que se estima ocurrirán entre julio y diciembre en caso de no ocurrir mayores rebrotes del virus y suponiendo una recuperación total para fin de año en la economía. También cabe anotar que del monto total de las pérdidas estimadas, 95 por ciento (121 mil 300 millones) corresponden al sector privado, en tanto que el sector público incurrirá en pérdidas por 6 mil 16 millones, o 5 por ciento. Las pérdidas del sector público se refieren esencialmente a mayores gastos para atender la pandemia, así como de algunas pérdidas de ingresos, en tanto que las pérdidas del sector privado corresponden esencialmente a pérdidas de producción y ventas”.
Los sectores económicos más afectados en términos de pérdidas fueron, en orden de magnitud decreciente, el turismo (47 mil 646 millones, 37 por ciento del total), el comercio (45 mil 517 millones de pesos, 36 por ciento), el transporte de personas (16 mil 912 millones, 13 por ciento), y los restaurantes y bares (12 mil 534 millones, 10 por ciento), seguidos de salud, ganadería, educación y electricidad y agua. El costo de la atención de la población ante la pandemia –incluyendo los gastos de diagnóstico, tratamiento y vigilancia– habría tenido un valor de 3 mil 873 millones. Por su parte, las medidas de distanciamiento social que se adoptaron por parte de las autoridades mexicanas para reducir el contagio y expansión, resultaron en pérdidas estimadas en 83 mil 800 millones. En tanto que el temor por parte de residentes en otros países causó pérdidas estimadas en 39 mil 700 millones, montos que no incluyen el valor del mayor tiempo dedicado por las mujeres en sus casas, al tener que cuidar de los niños que dejaron de asistir a clases debido al cierre de las escuelas”.
En términos geográficos, la distribución de las pérdidas no fue uniforme. Éstas se concentraron en algunas entidades de la República, especialmente en el Distrito Federal, Quintana Roo y estado de México, en tanto que los demás acusaron pérdidas más o menos uniformes y considerablemente menores. El Distrito Federal acumuló las más altas pérdidas: 58 mil 470 millones de pesos, 49 por ciento del total, en tanto que Quintana Roo fue el segundo más afectado con pérdidas estimadas en 14 mil 614 millones (12 por ciento del total), y el estado de México habría sido el tercero, con 2 mil 689 millones (2 por ciento del total). El resto del país asumió pérdidas por 51 mil 585.8 millones.
Como se registra, la influenza fue algo más que un “catarrito” carstensiano (de Carstens).
Las rebanadas del pastel
Al inquilino de Los Pinos le encantan las sandeces: de la “ridícula minoría” criminal que azota a la República (si así trae al país, habrá que imaginar qué pasaría si fuera “ridícula mayoría”), ayer pasó a decir que “la percepción de violencia (en México) supera la realidad”, cuando a todas luces ésta hace tiempo que rebasó al Felipillo.
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx
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