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lunes, 10 de septiembre de 2012
México y la Compañía de Jesús
Bernardo Bátiz V.
El rector de la Universidad Iberoamericana, don José Morales Orozco, al rendir su informe anual, hizo referencia al incidente en que se vio envuelto el candidato Enrique Peña Nieto con estudiantes; de él, el abanderado priísta no salió bien librado, en cambio, los muchachos y las muchachas de la Ibero demostraron dignidad, respeto por su casa de estudios y valor civil.
En su discurso el pensador y rector se pregunta si “el modo jesuita de educar” puede explicar algo del movimiento que acabó por denominarse #YoSoy132; concluye que al respecto es prudente no vanagloriarse, tampoco condenar a ciegas y sí, en cambio, reflexionar sobre lo ocurrido. Recordó que la formación de los institutos educativos de la Compañía de Jesús se sustenta en principios de utilidad, justicia, humanismo y fe.
Cabe aclarar que el primer concepto significa que los estudiantes se forman para ser útiles a ellos y a los demás. “No se les entrena para adaptarse al mundo, sino para transformarlo”, dijo el rector.
En México los jesuitas han influido durante mucho tiempo y en sectores amplios de la población; han caminado al lado de nuestra nación. Los primeros llegaron a la naciente Nueva España en 1572, a 40 años escasos de la fundación de la orden por Ignacio de Loyola y a 50 de la caída de Tenochtitlán. Desde entonces los caminos de los jesuitas han estado entrelazados a los del país y sus obras materiales y espirituales, escuelas, misiones, templos, fundaciones, son parte de la historia de México.
Muestras de su espíritu constructor las encontramos por todas partes: en la ciudad de México, la Iglesia de la Profesa, el Colegio Magno de San Pedro y San Pablo, en las Calles del Carmen, el famoso de San Ildefonso; en el estado vecino, el bellísimo templo de Tepotzotlán, importante pinacoteca virreinal y ejemplo inigualable del barroco; el Colegio Carolino, en Puebla, y muchos más en todo el país.
Fundaron ciudades como San Luis de la Paz, en Guanajuato, y Parras, en Coahuila; decenas de misiones en el norte y noroeste de México. Personajes muy destacados de nuestra historia fueron alumnos de escuelas de la compañía; durante el virreinato, tan ilustres como Juan Ruiz de Alarcón, Carlos Sigüenza y Góngora y el mismo iniciador de la independencia, Miguel Hidalgo y Costilla. La conocida poeta Sor Juana Inés de la Cruz tuvo por director espiritual a un sacerdote jesuita.
Como es sabido, la orden fue suprimida y sus integrantes expulsados de España y sus colonias en 1767; más de ochocientos sacerdotes, hermanos y estudiantes salieron del país bruscamente y por la fuerza, abandonando sin su voluntad las escuelas en las que educaban a criollos y mestizos, sus misiones entre pueblos indígenas y sus obras de cultura e investigación. Historiadores diversos han señalado que el descontento provocado por esa decisión arbitraria de Carlos III fue antecedente de las conspiraciones encaminadas a lograr la independencia; en varias poblaciones, San Luis Potosí, Celaya, Pátzcuaro y otras, hubo motines, aprehensiones y aun ejecuciones de indígenas y mestizos indignados por el atropello.
Entonces, el virrey, refiriéndose precisamente al descontento popular, con soberbia intolerable, definió el autoritarismo al decir: “De una vez, y para lo venidero, deben saber los súbditos del gran monarca de España que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir y opinar en los altos asuntos del gobierno”.
La sentencia del virrey, como en la Ibero, causó aún más enojo, y los mexicanos a partir de entonces, y en buena medida por la formación recibida en las escuelas y colegios de la compañía, no olvidaron el agravio y a la larga lograron cambiar el régimen político y alcanzar la soberanía nacional.
Los jesuitas regresaron en plena guerra de independencia y reiniciaron poco a poco su obra educativa y misionera; Francisco I. Madero fue alumno de una escuela jesuita y a principios del siglo XX varios miembros de la orden, entre ellos el ilustre Alfredo Méndez Medina, influyeron en la formación de sindicatos obreros, en la famosa Dieta de Zamora, con propuestas de justicia social y de avanzada, y fundaron en 1920 el Secretariado Social.
Actualmente los jesuitas cuentan con reconocido prestigio y tienen a su cargo la Universidad Iberoamericana y el Instituto Tecnológico y de Estudios Sociales (Iteso) de Guadalajara, editoriales, revistas y obras diversas, como el Centro Prodh defensor de derechos humanos.
No debe, por tanto, asombrarnos que una institución en la que destacaron sacerdotes como Juan Ma. Salvatierra, Eusebio Kino, Juan de Ugarte, Francisco Xavier Alegre, Francisco Clavijero, Rafael Landívar, Joaquín Cardoso y muchos más continúe en nuestros días formando para la justicia, la libertad y la democracia.
Menéndez Pelayo calificó el decreto de expulsión de “vandálico”; esperamos que en nadie rencarne Carlos III y que arbitrariedades como aquélla no vuelvan a cometerse.
jusbbv@hotmail.com
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