lunes, 17 de septiembre de 2012

Morena ¿Partido o Movimiento? / Víctor Flores Olea



Victor Flores Olea

Publicado: 17/09/2012 07:49



Una de las cuestiones más debatidas del momento político no es tanto la salida de Andrés Manuel López Obrador del PRD y de los otros partidos que en la última elección formaron el “frente progresista, sino la interrogante lanzada a sus partidarios en el sentido de si Morena debería seguir siendo un movimiento social y político o convertirse en partido político. Debo decir que, hasta ahora, habría suficientes indicios para pensar que la respuesta mayoritaria ha sido la de que debiera convertirse en partido político, y no seguir siendo el movimiento que hasta ahora ha sido. Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre los pros y contras, reflexión amplia a la que ha llamado el propio López Obrador para una decisión ulterior definitiva.



Desde luego, una primera cuestión que viene a la mente es la de la división, una vez más, de las izquierdas, proceso que no parecería tener fin. Con el argumento de que toda división debilita y desune y con el agravante de que la izquierda en México no parece tener otra vía actual de acceso al poder que la electoral, es decir, vía las urnas. En esta perspectiva la multiplicación de los partidos de izquierda parecería hacer más difícil que nunca el acceso al poder, puesto que un número limitado de sufragios de la izquierda inevitablemente se distribuiría entre varios partidos, cada uno con menor peso o fuerza relativa que si actuaran en unión y no en división.


Por otro lado, se entiende que las dificultades de Andrés Manuel para “cohabitar” con los “chuchos” lo hayan llevado a la decisión de dejar el PRD, en el cual invirtió muchos años de esfuerzo y pasión en todos los sentidos.



Hay sin embargo otras preguntas que surgen. ¿Hoy el mayor y mejor esfuerzo de la izquierda es el de la organización —harto difícil— de un nuevo partido, o debería ser más bien el de la movilización ciudadana para frenar las primeras iniciativas de Enrique Peña Nieto, quien tiene prisa y que parecen algunas de ellas harto reaccionarias, ellas sí en las antípodas de la línea política que ha sostenido López Obrador desde la izquierda? Me refiero por ejemplo a las “reformas estructurales” que ha planteado ya el PRI y una de cuyas primeras muestras parece ser la reforma o liquidación de la ley laboral, realizada en coordinación con Felipe Calderón. O la modificación tajante de Pemex, en un sentido privatizador y de entrega a las multinacionales, con lo que nos desayunaremos cualquiera de estos día. O una reforma fiscal también en el sentido más regresivo y reaccionario. Repito la pregunta: en un movimiento de izquierda poderoso como el de México pero no necesariamente mayoritario, no habría que echar “toda la carne al asador en el sentido movilizador y educativo político, para frenar a la extrema derecha, y no diversificar las energías de la izquierda en demasiadas tareas que al final de cuentas la debilitarían.



¿O piensa López Obrador que puedan realizarse las tareas organizativas y preparatorias de un nuevo partido al mismo tiempo que se logra una militancia amplia y efectiva para impedir algunos de los objetivos obsesivos de la derecha, como los mencionados antes? En todo caso, sería “suicida” no movilizar a la ciudadanía de izquierda para impedir algunos de esos objetivos “reformistas estructurales” tan acariciados por la derecha desde hace años. Para la izquierda ahora: ¿organización o militancia?



Es verdad que hay tiempo para el 2018 electoral, que en esta perspectiva sería el principal propósito estratégico de Andrés Manuel López Obrador, sin considerar las múltiples elecciones locales e intermedias que se presentarán en el país. ¿Qué pasará? ¿El nuevo partido de izquierda de López Obrador entrará en coalición abierta con el PRD, muy probablemente dirigido por Marcelo Ebrard o con éste como su líder indiscutible? ¿Y que pasaría si llegamos al 2018 con un partido de izquierda cuyo líder sea Andrés Manuel López Obrador y otro (el PRD) encabezado por Marcelo Ebrard? Aquí, y en el largo camino por recorrer hacia esas fechas, se encontrarán muchas ocasiones de confrontación y nueva división de las izquierdas, con liderazgos personalizados más que en función programática e ideológica. ¡Imagínense ustedes guerras electorales entre Andrés Manuel y Marcelo Ebrard! ¿En nombre de qué o para qué? ¡En un país como México cuyas fuerzas de izquierda son limitadas y se requiere la unidad de todas para lograr los cambios necesarios al país, mientras la derecha se ha fortalecido extraordinariamente y seguirá haciéndolo!



Nos referimos un poco al azar a algunas situaciones límites que de todos modos no sería remoto que se presentaran, pero que sí se anuncian como tremendamente preocupantes. En el fondo de las cosas, quienes aspiran a que Morena se convierta en un partido político, piensan en que este partido debería situarse electoralmente, y en sus luchas, a la izquierda del PRD, lo cual es legítimo y consistente, puesto que el PRD se ha convertido en una especie de partido socialdemócrata sin la tradición política e intelectual (teórica) de otros partidos socialistas en el mundo.



Hay otras cuestiones claves. Por ejemplo, el hecho de que varias de las transformaciones más importantes en el mundo hoy han tenido un origen “movimientista”, y que, sin embargo, en su aproximación o toma del poder han debido acercarse o transformarse en partidos políticos formales, con todas sus reglas. ¿Podría ser este el camino de México? ¿Iniciar una nueva era política en México con Morena como un muy amplio movimiento social, incluyente y con suficiente flexibilidad y destreza para llevar a cabo en México todos los movimientos necesarios para contener los objetivos de la derecha (es decir ¡asumir la “guerra de movimientos dentro de la perspectiva gramsciana en toda su plenitud y eficacia propagandística, educativa, formadora de un nuevo y sólido bloque histórico de las izquierdas!) (Por supuesto vale seguir reflexionando sobre el tema en próximas entregas).



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