Ángela
21 de marzo 2015.- “A mi hijo se lo llevaron el 2008. Es un hombre trabajador, que hace quesos. Seguro pensaban que tenía dinero. Lo confundieron con otro que buscaban. Tocaron, él abrió la puerta y vio que eran muchos. Así que intentó cerrar, pero metieron el pie y no pudo hacerlo. Le tiraron dos balazos y así se lo llevaron herido.
Desde esa fecha lo busco, lo busco y me duele como si en este preciso momento me lo estuvieran arrebatando. Me dicen que ya no lo busque, que no corra riesgos. Pero, ¿qué más me pueden hacer si me están matando en vida? Y si murió, quiero aunque sea sus huesos para descansar y darle sepultura”.
“…Mejor déjelos”
“A mi hijo lo levantaron el 3 de julio del año pasado aquí en Palomas, a la orilla de Iguala. Estábamos trabajando. Llegaron varios sujetos y una muchacha. Ella le dijo ‘tú, ven’ y él estaba tras de mí y me dijo, ‘orita vengo, papá, no tardo’. Como unos 15 minutos después vuelven a venir, pero miré el carro donde lo subieron, que se movía de un lado para otro. Yo creo, pensé, que estaban golpeando a mi hijo. Entonces le dije a un muchacho ‘¿a dónde llevarán a mi hijo?’ ‘No, –dice- son los malos–‘. La policía estaba enfrente y no hicieron nada y ni para dónde. Ni a quien reclamar.
“Llegó el patrón y me pregunta: ‘¿Su hijo?-. ‘No sé, se lo llevaron’. ‘¿Cómo, se lo llevaron? Ni dé parte, ya ve cómo está duro aquí todo. Si da parte también a usted lo matan, mejor déjelos’. Pero vinieron mis hermanos de Veracruz y me dijeron ‘ve de poner la demanda’. Pues si a un perrito lo lloran, cuantimás a un hijo.”
“Supe que en tal parte se reúne la gente que tiene desaparecidos y aquí puse la denuncia con la PGR y me incorporé a la búsqueda. Todos los domingos venimos al cerro y los martes estamos en la reunión. Aquí estamos, pero no hemos sabido nada de mi hijo“.
“Era un hombre trabajador mi hijo, era un encargado de obras y tenía mucha gente trabajando bajo su responsabilidad, hacía casas buenas, mi hijo”.
–¿Y nunca le hablaron para pedirle dinero?
“Nada, nada. Simplemente se lo llevaron, desapareció. De esto hace ocho meses.
Mi hijo tiene 35 años y tiene esposa y dos hijas, una de 11 años y otra de 10. Ojalá y Dios quiera que lo encuentre. Aunque sea los restos”.
El caso de Carlos
“A mi cuñado, que se llama Carlos Escobar y acaba apenas de cumplir 40 años, se lo llevaron el 6 de enero del 2014 a las 10 de la mañana, de su casa. Aparecieron en un carro negro cuatro tipos pidiéndole a mi suegra a uno de sus hijos para que fuera a limpiarles un terreno, y ella les dijo que tenía sólo a un nieto que estaba en la secundaria. Entonces al poco rato salió mi cuñado y le gritaron ‘¿Cómo que no tenía a nadie, vieja jija de su puta madre? ¡A éste si se lo cargó la chingada…!’ Entonces agarraron a mi cuñado y lo subieron al asiento de atrás junto a otros tipos. Esto sucedió aquí en la colonia Fermín Rabadán.
“Ella forcejeó con ellos, se les colgó de la puerta gritando para que no se llevaran a su hijo, que no le fueran a matar a su hijo, que él no había hecho nada, que si querían se la llevaran mejor a ella.
“Los siguió, pero un tipo la aventó y ella se pegó en una piedra y se quebró una costilla.
“Los siguió, pero un tipo la aventó y ella se pegó en una piedra y se quebró una costilla.
“Nosotros en cuanto supimos fuimos y denunciamos, fuimos a México, a la Marina, a Acapulco y de allí nos mandaron a Chilpancingo, a la Unidad Antisecuestro. Denunciamos desde febrero 19 del 2014 y nomás detuvieron a dos personas, pero hasta la fecha no han detenido a las otras cuatro personas, porque dos que iban con ellos y dos que cobraron rescate. Los secuestradores llamaron, pidieron dinero y se les pagó 85,000 pesos. Nos dijeron que nos lo iban a entregar en un hotel llamado Alma, en Chilpancingo. Mis otros cuñados mandaron el dinero de Estados Unidos, se pagó por Western Union a nombre deNancy Sandoval Pérez, desde Chichihualco. Se les pagó y nunca entregaron a mi cuñado. Ni señales de vida ni nada”.
–¿Qué ha hecho el gobierno, o la Unidad Antisecuestro?
“Nosotros hemos hecho todo el trabajo. Por nosotros encarcelaron a las primeras dos personas y les dijimos que las otras dos que lo subieron están aquí y no las han agarrado. Trabajan y se mueven en combis de la colonia Fermín Rabadán. Se mueven con total impunidad. Hemos dado toda la información y nada. Del gobierno ya nos esperamos nada, nada; por eso estamos buscando fosas en este movimiento. Si ya no es por ese lado, a ver si nosotros lo encontramos muerto, o a ver cómo lo encontramos”.
–¿Cómo era la situación antes del 26 se septiembre del año pasado en Iguala?
“Todo lo tenían organizado entre el gobierno local, la policía, los militares, la PGR, la Ministerial… Era un tapón que tenían aquí en Iguala, donde todos estaban vinculados.
–¿Y ahora, la situación ha cambiado en Iguala, ha bajado la inseguridad?
“No, no. Sigue igual o peor, ahora se descaró más. Antes todo eran rumores… ahorahasta dejan tirados los cuerpos en las puertas de sus casas. A pesar de eso seguiremos buscándolo, tanto en vida como en las fosas. No nos queda de otra”.
José
José, es un hombre alto, callado. Está nervioso. En sus gestos y su voz denota impotencia y rabia. Quiere hablar pero las palabras le salen apenas, con mucho trabajo.
“A mi hija la levantaron y después la soltaron. Al poco rato llegó ella, como a las dos horas. Pero más tardecito mandaron a un chavo para que la sacara, y el chavo se comunicó con otros y cuando llegan ellos se la llevaron.
“Mi hija tenía 15 entrados a 16. No he sabido nada desde que se la llevaron”.
–¿Usted estaba cuando se la llevaron?
“Yo vi detrás de unas láminas cómo se la llevaban. No denuncié nada, porque me estaban merodeando, vigilando. Me vigilaron por más de ocho o diez días. No denuncié porque no había justicia. Yo ya sabía que el gobierno de aquí no estaba trabajando bien, por eso mismo no denuncié, pues el presidente municipal ahora ¿en dónde está? Si poníamos denuncia no hacían caso.
“Lo poco que se ha hecho es lo que hemos hecho en la búsqueda. Yo soy albañil, trabajo en las obras que de repente salen. Nosotros estamos nomás con la esperanza de qué va a pasar, si vamos a saber algo de mi hija… No tenemos otra esperanza”.
Carmen
Carmen nos recibe en el comedor de la parroquia que les ha prestado el párroco. Se ha quedado a hacer la comida de los que suben al monte. A veces ella también sube, pero ahora no puede porque se cayó y se lesionó una pierna. Busca a su esposo, Saturno Giles Beltrán, que desapareció desde el 8 de marzo del 2014. Se lo llevaron y a los pocos días ella recibió una llamada: era él, que le decía que no se preocupara, que pronto lo iban a dejar, pero pasaron los días y los meses y nada, nada.
“Cuando se lo llevaron, me llené de dolor y de miedo, tanto miedo que no quería ni salir a la calle. A veces nomás miraba para afuera y luego me volvía a encerrar. No quería ni que salieran mis hijas. Cuando salían a la escuela les pedía que me llamaran a cada rato, estaba siempre muy preocupada. Ahora, desde que se empezó a organizar el grupo de familiares, ya me siento un poco mejor, más segura, compartimos el dolor pero también la esperanza de llegar a saber de nuestros familiares.
“Yo siento que mi esposo está vivo, no sé por qué… La última vez que habló me pregunto que si estábamos bien y dijo que quería escuchar mi voz. Desde aquellos hechos yo recibo por semana dos llamadas de teléfono a la casa. Levanto el teléfono y pregunto, pero nadie contesta. Eso pasa todas las semanas, por eso tengo la corazonada de que puede estar vivo”.
Texto: Alfredo López Casanova
Fotos: Ivelín Meza
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