Elena Poniatowska
La periodista Carmen Aristegui y Elena Poniatowska, en una imagen proporcionada por la escritora
R
ecién recuperada de una neumonía en Mérida, Yucatán, la noticia del despido de Carmen Aristegui de la empresa MVS Radio hace que de nuevo el pulmón derecho se me llene de agua. La poderosa familia Vargas aprovechó el pasado fin de semana largo –cuando los tuiteros se toman unbreak– para echar a la periodista más creíble de México. Antes habían hecho lo mismo con dos reporteros de su equipo: Daniel Lizárraga e Irving Huerta, quienes destaparon el escándalo de la llamada Casa Blanca en las Lomas de Chapultepec, que costó más de 7 millones de dólares a la pareja presidencial.
La empresa consideró que el uso de su nombre MVS en la plataforma digitalMexicoleaks era
un agravio y una ofensa; este es el motivo
oficialdel despido. Y la gente se pregunta, desconfiando de la versión oficial –porque desconfiados nos han hecho los gobernantes–: ¿es casual que la ruptura se produzca a escasos días de que el ex abogado general del grupo MVS Eduardo Sánchez asumiera la coordinación de comunicación social de la Presidencia? ¿Es el uso del nombre lo que
realmentellevó a la familia Vargas a optar por el despido?
En cualquier otro país donde se practica la democracia se valora el talento de periodistas de la talla de Carmen Aristegui y se tiene conciencia del compromiso de sus reporteros. En otro país utilizar el nombre de una empresa sin su consentimiento hubiera implicado –a lo sumo– una sanción monetaria o administrativa. No más, pero estamos en México, país en el que desaparecen 43 estudiantes de la noche a la mañana; en el que el ejercicio periodístico es una profesión
de alto riesgo(han muerto 85 en los pasados 12 años); en el que los funcionarios se atreven a declarar que roban, sí,
pero poquito. En este contexto, que despidan a Carmen Aristegui, quien mantiene un programa diario de cuatro horas con los niveles de audiencia más altos del país, es una noticia más. Entonces, el público, tan apático a veces y otras tan descreído, agobiado de telenovelas y sabadazos, se lanzó a las calles en su apoyo y reunió más de 100 mil firmas en sólo 24 horas. El Museo de la Memoria y Tolerancia en la avenida Juárez tuvo que cerrar sus puertas ante el aluvión de hombres y mujeres que, según el estudiante Samuel Mendoza, pretendieron entrar para oír a Carmen, y lo que más temen ahora las autoridades es una marcha o manifestación de apoyo a Carmen y a su equipo.
Tampoco son novedad las campañas en su contra que, aprovechando la ocasión, ametrallan cifras estratosféricas desde las portadas de semanarios amarillistas, pero no hay que distraerse, que Aristegui ganara o no determinada cantidad es otro tema. Si una empresa privada acuerda un monto de pago con un empleado es asunto exclusivo del empleado y la empresa. Y, aún más importante, hay que tener en cuenta que si MVS
invierteen un programa es porque le reditúa, no por amor al arte. Carmen en sí misma es una mina de oro. Así es el mundo de los negocios, nos guste o no, la ley de la oferta y la demanda resulta implacable.
Desde el año 2008 Carmen Aristegui conducía su programa Aristegui Noticias en MVS Radio. A las seis de la mañana su voz de campanita en el bosque, serena y alentadora, acompañaba al taxista, al médico, a la enfermera, al maestro, al obrero, al estudiante, al tianguista, a la madre de familia que lleva a sus hijos a la escuela, a la señora de las quesadillas, a la de la fonda, a la que se prepara para ir a misa, porque a Carmen Aristegui la conocemos todos y todos coincidimos en algo:
Es honesta. Y eso, en este país, parece no tener perdón. El que grite que
el rey está desnudocorre el riesgo de que lo suban al patíbulo y el verdugo mal enmascarado saque su hacha.
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