Víctor M. Toledo
E
l agua grita. El agua sobrexplotada, contaminada, envenenada o convertida en vapor. El agua nos convoca. Nosotros le respondemos. El agua une, moviliza y hace conciencia ¿Acaso no somos agua defendiendo el agua? ¿No somos la vida misma amenazada por el imperio de las máquinas? ¿Las máquinas movidas por la energía del infierno y la codicia y ambición de unos cuantos? Golpe tras golpe, los mexicanos ya aprendimos que contra lo que debería ser y no es, el Estado está, con sus honrosas excepciones, del lado del capital y no del de la sociedad. Los ejemplos saltan. El Estado está del lado de las mineras, de los consorcios hoteleros, de las corporaciones energéticas, de los dueños de las inmobiliarias que construyen febrilmente millones de microscópicas viviendas como panales obreros. En el diferendo jurídico por el que los ciudadanos logramos detener la entrada del maíz transgénico, tanto la Sagarpa como la Semarnat se han puesto de parte de las gigantescas empresas biotecnológicas y alimentarias (Monsanto y Syngenta a la cabeza), no del lado de la sociedad o del país. Las mal llamadas
reformas estructuralesson los mecanismos para abrir y mantener abiertas las venas de la nación.
Como ha sucedido con el petróleo, el gas, los minerales, los paisajes y la biodiversidad, Estado y capital van ahora en franca complicidad por el agua. Aquí de nuevo el dilema es quién gobierna, controla y gestiona el líquido vital. Los seres humanos como los seres vivos dependemos del agua y, más precisamente, del ciclo hídrico que incluye tanto el movimiento del agua superficial como de las aguas subterráneas, los flujos visibles e invisibles. Ambos ciclos tienen lugar en las cuencas, de ahí que un criterio clave es la búsqueda de un buen manejo de la cuenca y no solamente de las diversas fuentes de agua que se encuentran dentro. Por ello la correcta gobernanza del agua requiere de un esfuerzo colectivo, algo que las sociedades antiguas hicieron y que las verdaderas sociedades democráticas deben hacer. La gestión adecuada del agua implica democracia desde abajo, acciones participativas, consensos, información y conocimiento científico, esfuerzos de las colectividades en territorios concretos. Y esto pone en evidencia lo anacrónico de las instituciones de la modernidad, tremenda paradoja, deja al descubierto la inoperancia de la democracia representativa, la poca eficacia y la corrupción de las instituciones dedicadas al tema (Conagua a la cabeza), las contradicciones jurídicas y la enorme trampa que representa la nueva ley del agua impulsada por el gobierno actual, la que quiso imponer y aprobar en unas cuantas horas. Los ciudadanos respondimos al llamado del agua.
Para sorpresa de quienes buscan quedarse con el agua (los parásitos y los depredadores), miles de mexicanos y sus organizaciones han creado un gran frente de resistencia que agrupa a científicos, abogados, técnicos, comunidades de regantes, asociaciones civiles, núcleos rurales y ambientalistas. Este frente reclama la gestión social de los ciclos locales bajo criterios de equidad y sustentabilidad. Con el lema de
Agua para tod@s; agua para la vida, echó a andar con un gran congreso en diciembre de 2012 y en sus inicios conjuntó 40 organizaciones locales y regionales y 15 de escala nacional (ver). Estas organizaciones y otras muchas en acción conjunta lograron detener la ley negociada por los partidos. Sólo la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS), logró recabar 12 mil firmas en unos cuantos días.
En México las batallas en defensa del agua se han multiplicado por todos sus rincones. Por el agua están dando la vida los habitantes de Tecámac (Edomex), los ciudadanos de Baja California Sur, el movimiento popular de San Pedro Mártir, los yaquis de Sonora, las mujeres zapatistas del Lerma, más de 90 comunidades de la Sierra Norte de Puebla. Nuestros registros hemerográficos revelan 65 conflictos por el agua. Ante la dura batalla jurídica que tendrá lugar en junio próximo, cuando se discutirá de nuevo la legislación en torno al agua, habrá que presentar un gran frente nacional ciudadano que impulse una ley inspirada en un nuevo paradigma civilizatorio. El agua debe ser, como lo señala el artículo cuarto de la Constitución, un bien común, un derecho humano, que debe ser gestionado sin fines de lucro y pensando en las generaciones futuras.
Hoy el agua nos grita y nos exige una modalidad de gestión completamente inédita. El agua, como máxima representante de la naturaleza, nos domestica y nos civiliza. Hay que dejar atrás los sistemas autoritarios, verticales, centralizados y mercantilizados para crear formas ciudadanas, colectivas y verdaderamente democráticas. Hay que crear una legislación que promueva la gestión trans-escalar del agua: comités de microcuencas, de subcuencas y consejos de cuencas, todo lo cual dé lugar a un organismo de escala nacional que sea transparente, diverso y abierto al consenso. Ello significa que los ciudadanos expropiemos la Conagua y se anule todo intento por mantener esas estructuras turbias por las que los presidentes del país desde hace décadas han dispuesto de una
caja chicade miles de millones de pesos para sus oscuros intereses y sin control alguno. Hoy el agua nos grita que ha llegado el momento de decir basta, y echar a andar. ¡Mexican@s, al grito del agua!
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