Enrique Calderón Alzati
U
na pregunta que tiene muchas respuestas y todas ellas importantes. Así, de manera superficial podríamos decir que se trata de la mejor conductora de noticias con que cuentan los medios de comunicación de nuestro país, la que tiene más audiencia y la que acapara la atención nacional como un referente que nos lleva a conocer lo que realmente está sucediendo en él, su capacidad para estudiar, establecer hipótesis, hacer inferencias y luego deducir el cómo y el porqué de las cosas, la han convertido en una investigadora social que con su equipo de colaboradores conforma una organización a la altura de los mejores centros de investigación del país. Pero hoy Carmen Aristegui es algo mucho mayor y más profundo que esto.
Carmen Aristegui es un ejemplo a seguir para quienes realizamos una actividad en el medio de las comunicaciones y el periodismo, un ejemplo de objetividad, de profesionalismo, del manejo serio del lenguaje, que sin hacer uso de adjetivos fáciles nos da una idea clara de la magnitud y la trascendencia de lo que se está informando, un ejemplo de ética para los comentaristas que ponen en venta sus espacios convirtiéndolos en mercancías y servicios al mejor postor. Un ejemplo de inteligencia al servicio de la sociedad, distinguiéndole, en la separación de lo irrelevante, con lo trascendente, sin desperdicio alguno de tiempo ni de recursos en el desempeño de sus labores, como la herencia de Julio Scherer.
Carmen Aristegui es la voz de un pueblo engañado, indignado y privado de su patrimonio milenario, la voz que nos permite conocer los secretos de los delitos cometidos contra la población inerme, por parte de quienes teniendo el poder, lejos de cumplir con sus compromisos constitucionales, de velar por el bienestar de la nación y el cumplimiento de las leyes, no dudan en engañar y en ocasiones envilecer a quienes en ellos confían, exhibiendo a tales personajes en su verdadera naturaleza. Es la voz de una sociedad inerme ante las imágenes de las empresas televisoras, que de manera permanente han dinamitado la educación, el desarrollo de la capacidad crítica, fomentando la ignorancia, la superficialidad y la irrelevancia.
Carmen Aristegui es asimismo una figura emblemática y, como tal, un símbolo de la lucha del México actual contra la corrupción, contra la impunidad y contra el autoritarismo, cubiertos por un falso velo de democracia; un símbolo de la lucha contra un gobierno que por ella, más que por ningún otro medio, sabemos ilegítimo y usurpador, en cuanto a su acceso al poder, mediante un proceso ampliamente documentado por el equipo de investigación coordinado por ella.
Un símbolo para un pueblo que lucha por cambiar su futuro, para dejar atrás lo que ya no podemos ni debemos permitir, por parte de quienes detentan el poder y lo utilizan para su beneficio personal y para cubrir compromisos contraídos a espaldas de la nación.
Un símbolo de lucha ligado a Ayotzinapa, a los padres de los estudiantes secuestrados y desaparecidos, un símbolo que representa lo mejor de nuestras raíces, como heredera de Julio Scherer que pudo dar al periodismo mexicano la dimensión que la nación requería para terminar con el autoritarismo presidencial, que hoy se intenta volver a imponer, como regresión y pesadilla.
Carmen Aristegui es también hoy ya un personaje de nuestra historia, de una historia de luchadores por la libertad y de poetas como Nezahualcóyotl y Sor Juana, de hombres y mujeres visionarios como Hidalgo, como Morelos, como Francisco Javier Mina y como doña Josefa, entre muchos otros que supieron ver hacia adelante, sin miedo a lo que enfrentaban, haciendo posible el nacimiento de una nación independiente. Un personaje de la historia de próceres y estadistas como Benito Juárez y como Lázaro Cárdenas que supieron luchar por la soberanía y la integridad de la nación, enfrentándose a intereses extranjeros que en su momento vieron a México como botín, ignorando la capacidad de lucha de un pueblo pacífico, dispuesto a todo cuando es dirigido por hombres dignos, comprometidos por el país; a esta historia se añade Carmen Aristegui, como una gran luchadora social, y también como una estratega que hasta hoy ha ganado todas las batallas en las que se ha visto envuelta, poniendo en su lugar a los actores de la política nacional.
Para concluir, Carmen Aristegui se ha convertido, ante los últimos sucesos, en el extremo de un eje de lucha, en cuyo extremo contrario se encuentra todo lo que ya no queremos para nuestro país, centrado irremisiblemente hoy en la figura del Presidente, como líder de las huestes que están llevando al país al despeñadero, y que se atreven a afirmar que la agresión contra ella es meramente
un asunto entre particulares.
Pero Carmen Aristegui será alguien más desde ahora, porque en estos tiempos de oscuridad y descomposición social no tengo duda de que las acciones ordenadas por un gobierno, incapaz de dar la cara, como alguna vez lo hicieron con Julio Scherer, no lograrán otra cosa que incrementar las dimensiones de su imagen y de su investidura ante la sociedad toda.
¿Qué hará ella ahora? Prefiero no especular, pero no tengo la menor duda de su capacidad, de su liderazgo y de su imagen para emprender con éxito el proyecto que ella decida, que será una nueva etapa en su carrera, con todo el apoyo real de los hombres y mujeres de bien con que cuenta nuestro país.
Twitter: @ecalderonalzat1
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