Nochixtlán:
Fue el Estado
Andrea Bárcena
¿E
ra necesario que nuestros maestros pagaran cuotas de sangre, muerte y cárcel para que se les concediera el derecho al diálogo?
Por supuesto que no. Pero las autoridades daban por hecho que podrían someterlos sin dialogar, tan sólo con la humillación, las amenazas, el despotismo y sus evaluaciones vejatorias. ¡Caray, qué poco conocen al pueblo que creen gobernar! Ignoraban la valentía y la dignidad de nuestros maestros.
(Juego de niños: es una ley, es una reforma, no… es una fosa…) La infructuosa reforma educativa se proponía ser otra fosa clandestina, en la que se pudiera desaparecer fácilmente la fuerza histórica y moral del magisterio, así como sus derechos laborales, y al mismo tiempo enterrar un sistema educativo que –aunque lleno de carencias, más por responsabilidad del Estado que de los maestros– está fundado en los ideales republicanos. Logrado eso, el gobierno tendría la mesa servida para entregar a la iniciativa privada un negocio (a compartir), sin compromisos laborales previos ni principios éticos ni pedagógicos establecidos. No se pudo. No se va a poder… ¡Vencerán los maestros! ¡Venceremos!
Una joven –cuyo nombre guardo y protejo por razones obvias– lo ha expresado así:
Esta lucha es de todos. Nuestros maestros están en el frente, en la línea roja. Las horas pasan, miles de minutos, millones de segundos, innumerables instantes de angustia, miedo, fuerza y valentía. Así transcurren los días y las noches para nuestros maestros. Nuestros maestros. Nosotros, el pueblo. Un pueblo cansado de una policía ciega y de gobiernos corruptos y asesinos. Ellos están en el frente: nuestros maestros. Ellos están en el frente: en la línea roja, sumergidos con los gritos, las patrullas, el gas, los tiros, silencios, el llanto. ¿Y nosotros? ¡Nosotros también! Su lucha es de todos y nos tiene que encontrar lúcidos, trabajando, en acción.
Aunque todas las reformas de Peña Nieto están hechas contra los intereses de las mayorías y la soberanía de la nación, la educativa ha sido la más difícil de disfrazar, quizá porque la educación pública es la mayor riqueza de los mexicanos, pero también porque el gobierno no tuvo ni siquiera la delicadeza de elaborar un diseño pedagógico. Fue una reforma que careció de todo argumento desde el comienzo.
Si al gobierno le queda al menos un puñado de neuronas activas, tendrá que asumir que la mesa de diálogo con la CNTE tendrá que abordar indefectiblemente lo educativo, tendrá que centrarse en lo concerniente a la política educativa de la nación y escuchar, con gran atención, la voz de los maestros, quienes son los que realmente saben lo que hay que saber.
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