Mario Delgado, contra viento y marea // Morena, por no repetir sectarismo // Padierna se quedó con las ganas
Miguel Ángel Velázquez
A
unque recibió una serie de ataques, mandados a hacer a la medida, Mario Delgado fue designado por sus compañeros diputados como el coordinador de la fracción de izquierda más grande en número, y por lo tanto de peso político, en la historia del recinto de San Lázaro.
La responsabilidad de Delgado va más allá de encabezar a los legisladores de Morena: se trata de la principal fuerza, del grupo que tomará las decisiones en esa Cámara y tendrá que controlar a sus correligionarios que no saben mucho de caminar por un sendero que vaya más allá de sus intereses o los de sus tribus.
Eso exactamente deberá ser su mayor preocupación: impedir que Morena repita la funesta creación de grupos de interés donde el organismo al que se afiliaron sea lo menos importante, y por eso siempre estén a las órdenes del jefe tribal y nunca listos para transitar por la idea de su partido, que en este caso estará representado por Delgado.
Tal vez por eso Dolores Padierna no se convirtió –como era su deseo– en jefa de la bancada. Ella garantizaba que el virus del sectarismo se pudiera establecer como marca de la casa; es muy probable que los diputados, que ya se saben la canción, decidieran vacunarse.
Hay quien asegura que en el descarte de Padierna también perdió Ricardo Monreal, con quien se dice había un acuerdo. Ella no compitió por la jefatura delegacional, que quedó en manos de un incondicional de Monreal, pero la idea era llevarla a encabezar la bancada de Morena. Se trataba, también, de cerrar una pinza Senado-Cámara de Diputados que pusiera rueditas a las ambiciones del zacatecano, proyecto que por lo pronto falló.
Como sea, la obligación de Delgado, que sabrá de eso ya que jugó con cartas marcadas, será ir a una reconciliación que ahogue las posibilidades de división dentro de la bancada para evitar que se contagie del virus amarillo que enferma y mata a la izquierda.
Si Delgado se equivoca será en los diputados donde se incube el virus que después alcance a Morena; por eso tiene que acordar y trabajar primero con los diputados de su bancada y no repetir el esquema de conciliar intereses, de manera primordial con la derecha –el resto de los partidos– y olvidarse de los suyos como un todo y no como otras fuerzas contenciosas.
Delgado debe basarse en la experiencia anterior inmediata: el naufragio del PRD para entender que para la izquierda sólo está el camino de la izquierda, y que la traición no alcanza para engañar a los electores; eso debe considerar que ya está probado.
De pasadita
Y ya que andamos por los asuntos de los representantes en las Cámaras, en el primer Congreso de Ciudad de México las cosas no andan muy bien. Ernestina Godoy se hará cargo de los morenos en el recinto de Donceles, digan lo que se diga, y si para Mario Delgado y el gobierno federal será de importancia vital su quehacer, en el Congreso citadino no habrá mucha diferencia; es más, quizá su importancia rebase todo lo que se presuponga.
Sólo hay que recordar que Ciudad de México es el bastión de la izquierda en el país para saber el grado de responsabilidad política que cargará la señora Godoy, que no parece tener la fuerza para llevar las riendas del Congreso que en cualquier momento se le puede voltear, porque ella no sabe de tejer filigrana.
Alguien más deberá ayudarle con la carga, de eso debe estar bien consciente Claudia Sheinbaum, que requerirá de un bloque sólido, alejado de las costumbres del chantaje y otros medios de coacción que se hicieron uso y costumbre en la Asamblea Legislativa y que sólo ocasionaron caos. De eso no se trata.
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